lunes, 23 de diciembre de 2013

Feliz Navidad y Próspero año 2014

Gracias por seguir a nuestro lado un año más. Todo el equipo del Programa Victoria os desea unas muy feliz Navidad y un próspero año 2014. Que lo mejor del año que está llegando a su fin sea lo peor del año venidero.





Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico
www.programavictoria.com
@vivirsinalcohol

jueves, 28 de noviembre de 2013

Las mil y una excusas

Cuando uno tiene problemas de adicción no le faltan excusas y justificaciones, más o menos baratas, para beber.

Es que he tenido un problema con mi ex, me cuenta uno de mis pacientes. Se ha dado cuenta de que le he estado mintiendo mucho tiempo y se ha molestado conmigo. Lleva varios días sin hablarme. ¡Con lo bien que estábamos la semana pasada!Así que me he sentido muy mal, me he hundido y he vuelto a beber. Claro que la culpa también es de mi hermano, que también tiene problemas con el alcohol y fue él quién compró la bebida y la trajo a mi casa. ¿Qué le iba a hacer yo? 

Visto así, parece que uno no tiene ninguna responsabilidad, ni tampoco ninguna alternativa. Uno es simplemente víctima de sus circunstancias, como una hoja que el viento lleva de un lado para otro.

El adicto se siente más cómodo con esa sensación de víctima. Yo no soy responsable de nada, qué podría yo hacer. Y así nos justificamos maravillosamente para seguir bebiendo y cometiendo los mismos errores, como si no fuéramos nosotros mismos lo que tomamos nuestras propias decisiones.

Decir que no siempre es una alternativa. No digo que sea fácil, ni siquiera que sea lo más fácil. En ocasiones es difícil y complicado sobreponerse a la tentación de dejarse llevar por la fugaz satisfacción inmediata de ese momento, que luego se transforma en culpabilidad, sufrimiento y lamentos. Por eso es mejor echarle la culpa a otro y no asumir que mis decisiones las tomo yo, y que en mi mano está cambiar.

Se acabaron las excusas. Hoy quiero seguir sin beber. Me siento mejor sin beber. Este es mi deseo y mi decisión. Y así sera.

Probemos a hacerlo de esta manera, y veremos como las cosas van mejor. Quizá tarden un poco más de lo que nos gustaría en mejorar, pero lo harán.


Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico

viernes, 22 de noviembre de 2013

Cuando un hombre ama a una mujer

Uno de mis pacientes de esta semana me ha contado un problema que le está empezando a preocupar desde que ha vuelto, sin beber alcohol, de su terapia en el Programa Victoria. Resulta que, pasados los primeros días de alegría familiar por su vuelta a casa, y por los cambios evidentes de su aspecto físico y de su actitud, empiezan a surgir problemas domésticos en cuanto al trato con sus hijos y con su esposa.

El asunto es que nuestro hombre, vamos a llamarle Paco para abreviar, se había pasado los últimos años metido cada vez más en una nube etílica que le tenía fuera de juego en todos los sentidos. Apenas se ocupaba de labores domésticas, ni de sus hijos, ni opinaba sobre la vida familiar, ni su opinión era tenida en cuenta si es que la daba.

Ahora, al recuperar la sobriedad, empieza a tener opiniones y actitudes que no siempre son bien recibidas por los demás. Por ejemplo, para los hijos es más cómodo tener un padre que les consiente todo, porque él mismo no está en condiciones de actuar de otra manera, que escuchar las reprimendas, las negativas, o las reconvenciones de un padre que actúa como tal y quiere educar a sus hijos como Dios manda.

También en el caso de su esposa está habiendo dificultades porque ella se había acostumbrado a organizar todo sin contar con él y ahora que él ha vuelto a la vida tiene su opinión, que a veces no coincide.

Dejar de beber es imprescindible para sanar una vida dañada por la adicción, pero solamente es el primer paso. Hay que tener paciencia, constancia y perseverancia para continuar en sobriedad y afrontar los problemas que puedan surgir, del estilo que estoy comentando o del que sea.

Hay una película que refleja muy bien este tema. "Cuando un hombre ama a una mujer", en la que la protagonista se ve sumida en problemas graves después de dejar el alcohol, similares a los que he relatado de Paco. Mi recomendación para verla con tranquilidad y aprender de ella. Además tiene una banda sonora preciosa y unas interpretaciones excelentes de Meg Ryan y Andy García.


Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico

jueves, 14 de noviembre de 2013

Día sin Alcohol

Un año más llega el momento de reflexionar sobre el consumo de alcohol en nuestra sociedad. El Día sin Alcohol se ha creado con la idea de hacer una pausa en la vida cotidiana y planearnos por un momento cómo es nuestra relación con el alcohol, y con los problemas que su consumo inmoderado causa en la sociedad.

Nos encontramos ante una substancia adictiva, responsable de innumerables problemas de todo tipo y por todos conocidos. Accidentes de tráfico, problemas de salud, problemas en las relaciones familiares, conductas de violencia, etc. Y al mismo tiempo el alcohol habita en bebidas que consideramos parte casi consubstancial de nuestra vida y nuestra cultura. El vino, la cerveza, y otras bebidas alcohólicas que desde tiempos muy remotos forman parte de nuestras costumbres y tradiciones.

La sociedad tiene el difícil dilema de proponer un delicado equilibrio entre el arraigo cultural y social que tiene el consumo moderado de bebidas alcohólicas y el innegable efecto pernicioso que el abuso de alcohol ocasiona en muchas personas, y por ende, en el
conjunto de la sociedad.

Yo suelo decir a mis pacientes que más peligrosa que la propia bebida es la intención con la que se consume.

Una cerveza, o un vaso de vino, tomado como complemento de una comida, en un momento de vida social y encuentro con familiares o amigos, puede ser totalmente inofensiva. Mejor dicho. Aunque el alcohol que contienen tales bebidas siempre es un tóxico que nuestro cuerpo tiene que eliminar, en cantidades muy moderadas tenemos capacidad de neutralizarlo antes de que produzca unos daños significativos.

También es cierto que si aumenta la cantidad y la frecuencia de consumo, sea cual sea el contexto en el que se realice, podemos pronto superar los límites que nuestro organismo tiene para neutralizar el tóxico y llegar a causarnos daños físicos y de todo tipo en nuestra vida.

Pero lo más peligroso de todo es querer utilizar el alcohol, sea cual sea la bebida en la que lo consumamos, como un elemento que modifique nuestro estado de ánimo. Beber para superar la timidez, para ser más capaz de hablar en público, para desinhibirse, o para dejar de sentir un dolor emocional que la vida nos ha traído, es empezar a construir el camino de la adicción.

Cuántos pasos tiene que dar una persona por ese camino para llegar al punto de no retorno en el que se convierte en adicta al alcohol y empieza a perder su libertad y su capacidad de autocontrol es algo que nadie puede saber a priori. Pero lo que si sabemos es que las personas que no beben alcohol nunca llegan a ser adictas, y que las que lo hacen, a medida que perseveran en el consumo, sobre todo si las cantidades se alejan de la moderación, más van avanzando en un camino sin retorno.

Cuando una persona llega a la adicción, la única solución es aprender a vivir sin alcohol, y la mayoría de las veces, es necesario un tratamiento médico y psicológico para conseguirlo con garantías.

Por eso, lo mejor es vivir el Día sin Alcohol, no sólo hoy, sino todos los días de nuestra vida. O como segunda opción, tener un consumo mínimo, infrecuente y siempre alejado de buscar efectos psicológicos o emocionales en él.


Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico

miércoles, 30 de octubre de 2013

Caídas, recaídas y requetecaídas

Lo que a un terapeuta en adicciones le gustaría ver, siempre y en todos sus pacientes, es un éxito terapéutico a la primera, y de una vez por todas.

Nos gusta ver el cambio de actitud de la persona que se siente libre de su adicción, que empieza a disfrutar de la vida sin alcohol, y que mantiene ese cambio de forma estable a lo largo de su vida.

Yo tengo muchos pacientes con los que sigo manteniendo contacto desde hace muchos años, algunos casi trienta, y es una enorme satisfacción personal y profesional saber que están bien, que siguen sin beber y que han aprendido a vivir libres de la esclavitud a la que les tenía sometidos sus adicciones, ya sea al alcohol o a otras substancias.

Pero hoy quiero hablar de otros casos que, lamentablemente, también existen.

Hay personas que al cabo de un tiempo de abstinencia, y de hacer las cosas bien, se olvidan de lo que han aprendido en la terapia y poco a poco empiezan lo que llamamos en el Programa Victoria a "incubar" una recaída.

Al sentirse mejor, olvidan que su mejoría se debe precisamente a que han dejado el alcohol, y caen en la trampa de pensar que podrían beber un poco, en una ocasión especial, sin que las cosas se les vayan de las manos. Como hacen las personas "normales", piensan algunos.

Mal asunto. Una vez que se abre la puerta y se rompe la abstiencia lo más probable es que se repita la conducta, es decir, que se vuelva a beber. Y un día determinado, puede ser el primero o tras varios meses de consumos "controlados", empiezan de nuevo todos los problemas.

La adicción retoma de nuevo el control de la vida del paciente y las cosas vuelven a estar tan mal, o peor, como estuvieron en el momento en que se decidió pedir ayuda terapéutica.

A partir de ahí algunos pacientes vuelven a pedir ayuda. Ahora mismo estoy escribiendo sobre esto porque tengo a varios en este estado. Coinciden todos ellos en ser personas de inteligencia elevada, bien formadas, con una situación profesional que despertaría la envidia en muchos, y en cambio, han repetido el Programa Victoria varias veces, porque seguían recayendo.

Es de valorar el hecho de volver a pedir ayuda, y de confiar de nuevo en nuestra terapia, ya que siguen considerando que les resulta útil, a pesar de las recaídas. Y es de valorar la capacidad de superación que representa el volver una y otra vez a terapia, a pesar de que teóricamente "se lo saben ya todo".

Para mi sigue siendo un misterio cómo se producen las recaídas cuando analizas casos concretos. Personas que, sobre el papel tienen todos los elementos necesarios para seguir bien y en abstinencia, que inexplicablemnte se olvidan de todo un día y beben.

Por eso la sobriedad es un trabajo que hay que realizar día a día. El enemigo no descansa, y a la menor oportunidad que le permitamos, enseña sus armas. Pero estando atentos, y manteniendo los hábitos saludables que se aprenden en la terapia se puede vivir libre de adicciones para siempre.


Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico

Twitter: @vivirsinalcohol

miércoles, 23 de octubre de 2013

Contar los días

Llevo sin beber ciento cuarenta y tres días – dice un hombre a su amigo – y lo llevo bien. Espero pronto celebrar los doscientos.

Para algunas personas contar los días que llevan sin beber representa una ayuda para mantenerse en sobriedad, y tienden a hablar de ello con frecuencia con las personas que saben que están en ese proceso.

En cambio otros prefieren simplemente pensar que ya no beben, que han dejado atrás su pasado con el alcohol, y que no importa el tiempo transcurrido sino su decisión y su voluntad de seguir en sobriedad.

Como hay gente para todo, lo más probable es que ambas opciones sean válidas, y no voy a ser yo el que cuestione lo que a uno le funciona, pero si me gustaría hacer una reflexión general sobre el tema con la intención de ayudar al que lo necesite.

Lo importante es seguir sin beber, y no solo eso; que la sobriedad sea el resultado de un cambio de actitudes y de comportamiento, una forma diferente de pensar y de sentir que haga que la persona se encuentre mejor consigo misma y, por lo tanto, sea consciente de que beber alcohol no le aporta nada bueno, y de que se encuentra mejor libre de adicciones.

Y en ese camino de estabilizarse en la sobriedad, la cuenta de días puede tener un efecto perverso en algunas personas. A veces algunos tienen como “cifras psicológicas” que una vez superadas les pueden hacer creer que ya han superado su problema y que ya se han “curado” de su adicción.

Para algunos es un año, para otros diez años. No importa. Si uno tiene una fecha de referencia, o una meta temporal, corre el riesgo de sentir que, una vez superada, está ya en condiciones de tener otra relación diferente con el alcohol, que ya no van a repetirse los problemas del pasado - porque ya he aprendido a controlarme - y en definitiva, darse de nuevo permiso para beber alcohol.

Craso error, ya que la adicción no olvida ni perdona. Y si la ponemos de nuevo en marcha no tardará en apoderarse de nuevo de nuestra mente y de nuestra conducta.

Así que yo prefiero centrarme en el día de hoy. Hoy no bebo. Estoy mejor sin alcohol. Quiero seguir así porque estoy mejor. Y no importa el tiempo transcurrido desde la última copa, porque lo que cuenta es el presente y el futuro sin alcohol.


Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico

martes, 15 de octubre de 2013

La intención es lo que cuenta

Uno de mis pacientes, que lleva ya casi tres meses sin beber tras su paso por el Programa Victoria, me cuenta que hace unos días pidió un “tinto de verano” sin alcohol y le resultó muy agradable. Al terminar de tomárselo, vio en la etiqueta que contiene un 1% de alcohol y empezó a tener dudas de si había hecho bien o no y de si eso podría considerarse como una recaída.

Lo que ha hecho mejor este paciente es venir a contármelo, porque lo peor en estos casos es dejar que se incube el pensamiento de que “he bebido un poco de alcohol y no me ha pasado nada, no me ha llevado a seguir bebiendo, no me lo ha notado nadie, etc.”

Esa forma de pensar, típica de la mente adictiva, es la que podría llegar a convertirse en el desencadenante de una recaída en toda regla.

En casos como este lo importante es la intención del sujeto a la hora de elegir esa bebida. Si lo que pretendía era tomar una bebida sin alcohol no hay ningún problema por el hecho de que químicamente hubiera una ínfima cantidad de etanol en ese líquido. En nuestro cuerpo se produce etanol todos los días como resultado de la digestión de las comidas, y ese alcohol no genera el deseo de beber en nadie ni desencadena recaídas.

Pero si el caso fuera al contrario, si el sujeto hubiera pedido ese “tinto de verano” sabiendo que contiene alcohol y pretendiendo jugar con su propia adicción, entonces si que estaría en peligro de recaída, no por el efecto químico del alcohol en su cerebro, que sería insignificante en todo caso, sino por el efecto psicológico de haber tomado la decisión consciente de tomar una bebida con alcohol y posteriormente autojustificarse la conducta pensando “no ha pasado nada”.

Este comportamiento, y esa forma de pensar, son los que acaban incubando la recaída y antes o después se suele producir el descontrol.

Más peligroso que el efecto químico del alcohol en el cuerpo es el efecto psicológico de creerse capaz de evitar que la adicción se vuelva a poner en marcha. La intención es lo que cuenta, sobre todo.

En definitiva, es mucho peor tomar una cerveza sin alcohol que te haya servido un camarero que quiere ayudarte a no recaer, a pesar de que hayas pedido una normal, que tomar una cerveza, habiendo pedido una sin alcohol, porque el camarero se ha confundido.


Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico

miércoles, 2 de octubre de 2013

Perseverar en la sobriedad

Cuando una persona se plantea seriamente dejar de beber, y sobre todo si recibe la ayuda terapéutica de un tratamiento especializado como el Programa Victoria, suele resultar sorprendentemente fácil acabar con ese hábito que le ha venido acompañando durante años y que ha hecho sufrir tanto a la propia persona adicta, así como a su entorno.

De repente, uno ha dejado de beber y se siente bien. Parece que todo ha sido muy fácil y que ya está todo solucionado. Pero si nos quedamos en esa actitud autocomplaciente es muy posible que las cosas se acaben torciendo antes o después y que el paciente se lleve un tremendo batacazo el día menos esperado. Una recaída, que suele ser muy frustrante y muy dolorosa, sobre todo para los que le rodean.

En el Programa Victoria insistimos en la importancia de adquirir unos hábitos saludables concretos que ayuden a mantener la actitud mental adecuada para seguir en sobriedad. Y por eso ponemos un gran hincapié en la práctica de la Relajación.

A lo largo de la terapia nuestros pacientes aprenden una sencilla técnica de Relajación, Visualización y Pensamientos Positivos, que se llevan grabada en un disco para poder practicarla en casa a diario, que es lo que recomendamos siempre.

La Relajación contiene los ingredientes esenciales para continuar beneficiándose los efectos positivos iniciales del Programa Victoria. En primer lugar ayuda a combatir la ansiedad y evita la acumulación de tensiones emocionales. En segundo lugar potencia la actitud mental positiva, que ayuda a seguir sin beber de una forma optimista y con una sensación de bienestar y liberación, a través de los Pensamientos Positivos que se incluyen en el ejercicio. Y por último, a través de la Visualización el paciente se prepara psicológicamente para hacer frente a las situaciones de riesgo que podrían conducirle a una recaída, aumentando así su capacidad de reacción y evitando que la recaída llegue a materializarse.

En mi experiencia he visto que aquéllas personas que incorporan la práctica de la relajación en su rutina diaria y la mantienen a largo plazo son las que no tienen recaídas y cada día se sienten mejor con su sobriedad. En cambio, cuando un paciente recae y contacta conmigo, lo primero que me reconoce es que hace tiempo que había dejado de practicarla.

Mantenerse en sobriedad es una tarea de todos los días. Cada día empieza de cero, en cierto sentido, aunque siempre es más fácil seguir sin beber cuando se van haciendo las cosas bien día a día, pero cada jornada requiere de su tiempo para perseverar en la sobriedad y seguir disfrutando de la vida libre de adicciones.


Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico

martes, 24 de septiembre de 2013

Miedo a las recaídas

Hace unos días me llegó una consulta por e-mail de una persona que no conozco y que me cuenta que lleva ya más de dos años sin beber y acudiendo a reuniones de Alcohólicos Anónimos.

Su preocupación es que se siente agobiado por la constante referencia que escucha en las reuniones de que si deja de acudir a ellas va a recaer inevitablemente y que la única solución para mantener la sobriedad es seguir acudiendo de por vida a reuniones de AA.

Esta es una de las creencias que están muy extendidas en los grupos de autoayuda, tales como Alcohólicos Anónimos y también en Alcohólicos Rehabilitados y otras entidades similares.

Se trata, como digo, de una creencia basada en que en muchas ocasiones sucede eso. Cuando una persona que ha estado un tiempo participando en reuniones de AA deja de ir es porque ha vuelto a beber, o bien es el preludio de una recaída.

El error, en mi opinión, está en sacar la conclusión de que hay una relación de causa y efecto entre ambos hechos, y más aún, que es la única causa.

Muchas personas han dejado el alcohol sin acudir en su vida a una reunión. Han podido hacerlo con ayuda médica, psicológica, o tal vez siguiendo programas terapéuticos diferentes de los doce pasos de Alcohólicos Anónimos, que también existen.

Yo mismo tengo la experiencia de casi treinta años de trabajo con el Programa Victoria, en el que nuestros pacientes aprenden a vivir sin alcohol sin necesidad de acudir a reuniones de autoayuda de ninguna clase.

Aunque no tengo nada en contra de que lo hagan y siempre les animo a que al menos vayan una vez para conocer de qué se trata y valorar si les puede servir de ayuda, el caso es que solo aquéllos que ya conocían previamente AA o AARR encuentra positiva la participación en tales reuniones.

Y no por eso recaen más que los demás, sino todo lo contrario.

Lo malo, en mi opinión, es fomentar el miedo a la recaída, o más bien la superstición de que uno “necesita” seguir yendo a reuniones o de lo contrario volverá a beber o a drogarse. Al repetir una y otra vez ese mensaje, en la mente de muchas personas se convierte en una programación mental que actúa en su subconsciente de modo que, si por alguna razón dejan de acudir a reuniones, acaban recayendo.

Es como una profecía autocumplida. Como me he creído, a fuerza de escucharlo, que voy a recaer si dejo de venir, si alguna vez las circunstancias de la vida me llevan a dejar de ir a reuniones acabo cayendo en aquello que he llegado a considerar como inevitable.

Creo que esa es una mala interpretación del fondo del programa de los doce pasos, que busca la liberación del sujeto de su adicción. Bien es cierto que la adicción no se elimina nunca y que el riesgo de la recaída es un peligro latente que siempre está ahí, pero fomentar el miedo y condicionar la sobriedad a la asistencia a reuniones es simplemente una superstición que no deberíamos fomentar los terapeutas que trabajamos en estos campos.

La libertad es lo que pierde el adicto, y recuperarla significa aprender a valerse por sí mismo para evitar las recaídas. Las reuniones pueden ser una ayuda, y muchas veces lo son, pero nunca deberían presentarse como la única solución, ya que simplemente no es cierto.


Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico

jueves, 12 de septiembre de 2013

Volver a empezar

Después de unos días de vacaciones nos reincorporamos de nuevo a la vida cotidiana y empezamos con una alegría.

Uno de nuestros pacientes cumple cinco años desde que hizo el Programa Victoria con nosotros y nos ha escrito un mensaje muy hermoso en el que relata cómo ha cambiado su vida desde que se decidió a dejar el alcohol.

A mi me ha hecho recordar lo mal que estaba este hombre la primera vez que lo vi, el sufrimiento que había pasado su esposa hasta que él se decidió a pedirnos ayuda. Para colmo ella es médico y se sentía doblemente impotente al no ser capaz de ayudar a su marido a superar sus adicciones.

En cambio ahora ambos han recuperado la ilusión de vivir, se han construído una casa nueva, han celebrado la boda de su único hijo, y están disfrutando de la vida libre de adicciones.

Cuando recibimos estos testimonios, aparte de la gran alegría que nos embarga, nos entra también una cierta tristeza, al menos a mi me sucede, por todas las personas que están todavía esclavizadas por su adicción, y que no se han decidido aún a dar el paso definitivo para liberarse de ella.

Espero que en este nuevo curso ayudemos a muchos más a conseguirlo.


Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico

martes, 10 de septiembre de 2013

Estrenamos página web

Después de unas merecidas vacaciones, hemos tenido unas semanas de intenso trabajo en las que hemos empezado nuevos proyectos para el Programa Victoria.

La primera de ellas, y la que queremos dar a conocer hoy, es la nueva web www.programavictoria.com, una página mucho más visual, moderna e intuitiva en la que podréis informaros de todos los servicios que ofrecemos, adquirir el libro de nuestro psicólogo Bernardo Ruiz, titulado "Objetivo Libertad: Hoja de ruta para salir del laberinto del alcohol", o conocer al detalle en qué consisten nuestros cursos de relajación.

Pronto volveremos con las entradas semanales, mientras tanto, os recomendamos visitar la web y que nos dejéis vuestra opinión!


jueves, 8 de agosto de 2013

Si conduces, no bebas

Desde hace muchos años el tema de beber alcohol y conducir se está poniendo cada vez más serio. No es para menos, ya que el alcohol es la causa directa de alrededor de la mitad de los accidentes mortales en la carretera, lo que es un número terrible.

Cada vez más las leyes se endurecen para tratar de evitar esta clase de siniestros y me parece muy bien. Es más, yo he observado que para algunos de mis pacientes, el hecho de verse sancionados por alcoholemia, aún sin haber tenido accidentes, la consiguiente multa y a veces la perdida del permiso de conducir, ha sido un elemento motivador para darse cuenta de que tenían un problema con el alcohol y eso les ha ayudado a tomar la decisión de ponerse en tratamiento.

Nunca sabremos cuántas vidas se han salvado al evitar accidentes producidos por conductores en estado de embiraguez, ni cuántas personas han sido rehabilitadas de su adicción precisamente porque su alcoholemia les ha hecho reflexionar y cambiar.

Hoy, que estamos en agosto, las carreteras están llenas y mucha gente de vacaciones puede caer en el error de beber y conducir, creo que es un buen momento para comentar este asunto.

Además, aunque no conduzcas, beber en exceso nunca es bueno. Y al exceso se llega enseguida, sin darse uno ni cuenta.

Feliz verano a todos.


Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico

jueves, 1 de agosto de 2013

Optimismo

En estos días he estado trabajando con un nuevo grupo de pacientes haciendo el Programa Victoria, y al ver con ellos algunos documentales que utilizamos como material terapéutico hemos reflexionado sobre un tema que resulta recurrente en muchos de ellos.

Resulta que hay personas que han estado en tratamientos prolongados, tal vez de varios meses de duración, y que a la hora de reincorporarse a la vida cotidiana lo hacen llenos de miedo y de inseguridad. También se ve a terapeutas que dudan de la capacidad de mantenerse en abstinencia los pacientes que están tratando.

Es sorprendente la visión tan pesimista que se transmite muchas veces acerca de los tratamientos para la adicción, y para el alcoholismo en particular. Se presentan las recaídas como algo inevitable y se induce a los pacientes a estar siempre atemorizados y recordando su pasado para seguir sin beber.

En el Programa Victoria tenemos una actitud muy diferente. Nuestros pacientes, tras diez días de terapia, salen cargados de optimismo y de confianza en su capacidad de mantenerse libres de adicción. Y los terapeutas que lo llevamos a cabo estamos convencidos de que es posible, y es fácil, salir de la adicción.

Si no creemos en nosotros mismos y en las terapias que aplicamos, mal podemos ayudar a nuestros pacientes a salir adelante. Por eso considero fundamental transmitir confianza y optimismo, para ayudarlos a sentirse, y ser, capaces de evitar las recaídas y llevar una vida equilibrada y libre de adicciones.


Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico

jueves, 25 de julio de 2013

La ley de la gravedad

Hay leyes de la naturaleza que no podemos cambiar, están ahí queramos o no, podemos aceptarlas o ignorarlas, pero no podemos sustraernos a sus efectos.

Por ejemplo la ley de la gravedad. Si yo sostengo un objeto en mi mano y lo suelto, el objeto caerá irremediablemente hasta el suelo. Y si lo recojo de nuevo y lo vuelto a soltar, volverá a caer. Una y otra vez, invariablemente. La ley de la gravedad es la explicación. La atracción que la masa del planeta Tierra ejerce sobre el objeto hace que caiga. No hay alternativa.

Si yo sujeto el objeto con una cuerda desde el techo puedo evitar que caiga, pero en el momento en que corte la cuerda volverá a caer. No podemos evitar el efecto de la gravedad. Así es la vida.

Para un adicto existe también una variante de la ley de la gravedad que es igual de cierta y segura, aunque muchas veces queramos ignorarla o desconocerla.

Si una persona adicta se mantiene abstinente, si no consume, es como cuando tenemos el objeto atado al techo con la cuerda. No se caerá. Pero en el momento en que se vuelva a repetir la conducta adictiva, si se vuelve a consumir, la adicción volverá a actuar y a llevar al sujeto a reproducir los mismos comportamientos y a tener los mismos problemas, si no peores.

Aunque pase mucho tiempo uno sin consumir, no por ello desaparece la "ley de la gravedad" del adicto. Es como el objeto que tenemos atado. Aunque esté sujeto muchos años, el día que lo soltemos se caerá.

Cuesta mucho aceptar esto, porque parece que nuestra tendencia a creernos capaces de cualquier cosa nos lleva a ponernos en peligro de nuevo y a olvidar que la adicción sigue ahí, en lo profundo del cerebro, y que se puede reactivar en cualquier momento.

Es tarea de los terapeutas enseñar a nuestros pacientes a comprender esto, interiorizarlo y así, poder liberarse de la adicción y vivir sin beber, o sin otras drogas, con toda naturalidad y alegría.


Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico

www.programavictoria.com

martes, 23 de julio de 2013

Gracias

Gracias.

Con esas seis letras, el equipo que compone el Programa Victoria quiere agradecer a todos aquellos que, desde hace varios meses, visitáis este blog semana tras semana para conocer un poco más el día a día de nuestro psicólogo, Bernardo Ruiz, resolver algunas dudas relacionadas con el consumo de drogas y descubrir los detalles de nuestro tratamiento para superar la dependencia del alcohol, un tratamiento que ayer lunes se inició de nuevo con unos alumnos únicos que tienen muchísimas ganas de recuperarse y poder retomar su vida normal, sin los problemas que conlleva el consumo excesivo de alcohol, tanto para ellos mismos como para sus amigos y familiares.


Sin vosotros y vuestro apoyo no seríamos nada.


El equipo del Programa Victoria.

jueves, 18 de julio de 2013

Normas terapéuticas

Siempre me ha sorprendido el hecho de que en la inmensa mayoría de los tratamientos para la adicción se trata a los pacientes como si fueran “presuntos delincuentes”.

Me refiero, por ejemplo, a que al ingresar en el centro lo primero que se hace es registrar sus pertenencias para verificar que no introducen alcohol o drogas en su equipaje, se les retira el dinero, el teléfono, a veces también la documentación y hasta el reloj.

En algunos lugares incluso están cerrados con llave y no tienen prácticamente libertad para hacer nada sin permiso de los cuidadores o terapeutas.

Seguramente la idea que hay detrás de tales restricciones es que los pacientes adictos no son fiables, mienten con frecuencia, tienden a hacer trampas, etc. Y con tales controles se pretende evitar consumos y problemas indeseados.

Mi sorpresa viene porque en nuestro Programa Victoria no actuamos así. Nuestros pacientes no se ven privados de su libertad de movimientos. Lógicamente hay unas mínimas normas que cumplir: participar en todas las sesiones terapéuticas, respetar los horarios, no salir del recinto del hotel donde se alojan durante la terapia, mantener el teléfono móvil en su habitación y usarlo lo mínimo imprescindible, y lógicamente, no beber alcohol ni consumir otras drogas.

Pero todo esto lo planteamos como un marco lógico de actuación terapéutica, no como unas restricciones que se imponen coercitivamente. Y por extraño que pueda parecer a algunos, la respuesta de los pacientes es muy positiva. Al tratarlos como seres responsables de su propio proceso terapéutico se dan cuenta del absurdo que sería ir contra sus propios intereses, y al no tener normas rígidas, ni vigilantes para impedirles saltárselas, dejan de pensar en cómo transgredirlas y empiezan a actuar de una forma correcta y beneficiosa para tu tratamiento.

Si la adicción se caracteriza por la falta de libertad a la que el sujeto llega por su dependencia del alcohol o de la substancia que sea, no podemos pretender que la recupere si no se le permite ejercerla.

Naturalmente hay gente para todo, y es probable que en algunos casos no haya más remedio que aplicar más control externo a ciertos pacientes, pero creo que para la mayoría es mejor transmitirles responsabilidad, confianza y seguridad en si mismos porque estos valores van en la dirección adecuada de una vida libre de adicciones.


Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico

jueves, 11 de julio de 2013

Decisiones

Para superar una adicción lo primero que hay que hacer es tomar una decisión: dejar de consumir.

Parece simple, pero tiene sus complicaciones.

Además, la única persona que tiene derecho de voto en ese asunto es quién sufre la adicción en sus propias carnes. Los demás, ya seamos terapeutas, familiares, jefes o autoridades, lo único que podemos hacer es animar, presionar, aconsejar, influir, opinar..., pero solo la propia persona adicta puede tomar esa decisión.

Para los que lo ven desde fuera parece una decisión sencilla. Simplemente dejas de beber, o de tomar lo que sea, y punto. Pero para el propio adicto muchas veces es tan complicado como pedirle a una persona con una fuerte gripe que deje de toser. Es la propia enfermedad lo que limita la capacidad de decisión del sujeto, la que mina su propia libertad de actuación, y eso es lo que cuesta entender, muchas veces, por todos los demás, y hasta por la propia persona afectada.

En cambio, también es cierto que puede ser mucho más fácil de lo que parece.

Cuando llevas ya unos cuantos años tratando a personas adictas, como es mi caso, te das cuenta de que hay quien es capaz de dejar de beber, o de tomar otras drogas, de un día para otro, sin un gran esfuerzo y además con una sensación de liberación y bienestar.

Pero también es cierto que hay personas a las que les cuesta muchísmo dejarlo y que necesitan estar en un entorno controlado, lejos de su vida cotidiana y a veces también ayuda farmacológica para detener su consumo y evitar los desagradables síntomas de la abstinencia que aparecen en algunos casos.

Incluso la misma persona puede vivir las dos situaciones en diferentes momentos de su vida. Recuerdo casos de personas que han podido parar de beber una vez sin ningún efecto adverso y que varios años después, tras una recaída, han sido incapaces de parar sin una ayuda y un control externo.

Pero la decisión de dejar de consumir es solo el primer paso.

A partir de ahí hay que hacer un profundo análisis de la propia conducta adictiva para comprender bien a qué responde y cómo desactivarla, y para eso es necesario tomar otra decisión importante: hacer una terapia adecuada. De lo contrario, lo más probable es que antes o después la situación vuelva a escapársele de las manos al paciente, vuelva el consumo adictivo y vuelvan los problemas. Corregidos y aumentados.


Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico

jueves, 4 de julio de 2013

Beber para ser libre

Con la llegada del verano empiezan a aparecer en los informativos noticias relativas al consumo de alcohol, sobre todo hablando de la gente más joven: los botellones, los accidentes de tráfico, etcétera.

En uno de estos reportajes aparecía un muchacho hablando de las bondades que tiene para él el consumo de alcohol y argumentaba “cuando bebo el alcohol hace que en mi cerebro se desconecten las inhibiciones, la timidez y todas esas cosas y así puedo hacer lo que quiera. Es la libertad total”. ¡Vaya manera de rendirse ante las trampas de la adicción!

Si por algo se caracteriza la libertad es por tener la capacidad de decidir. Y si hay algo que se altera en una persona que está bajo los efectos del alcohol es precisamente eso. Cuando este joven crea estar disfrutando de la “libertad total” lo que está realmente es dejándose llevar por los efectos de una substancia química que ha alterado su estado normal de conciencia, y por lo tanto ya no es él mismo tomando decisiones. Justo lo contrario de lo que cree conseguir.

La adicción siempre se basa en mentiras y autoengaños, y este es uno de ellos. Bebo para ser libre. Cuéntale eso a una persona que lleva años sufriendo la esclavitud de la adicción alcohólica, que está perdiendo la salud, la autoestima, la familia y muchas cosas más, como consecuencia de esa “libertad” falsa que le ha llegado a convertir en esclavo de su propia enfermedad.

Bebo para hacer cosas que no me atrevo a hacer sobrio. ¿Y no sería mejor aprender a superar las inhibiciones? Si te sientes limitado por tus propias carencias, acude a una terapia, pero no busques atajos químicos que te van a llevar a lo contrario de lo que buscas. Porque muchas veces las inhibiciones que anula el alcohol son protectoras para nuestra seguridad y nuestro bienestar a largo plazo.

Los pacientes que tratamos en el Programa Victoria, cuando sienten que han superado su adicción, suelen decir precisamente “ahora me siento libre”. Nunca el alcohol ni otras drogas pueden hacer a una persona más libre, sino todo lo contrario, menos libre, y por lo tanto menos humano, en definitiva, más animal. Burro, casi siempre.


Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico

miércoles, 26 de junio de 2013

Mañana lo dejo

Los adictos siempre tienen buenas "razones" para justificarse a si mismos y seguir con su comportamiento autodestructivo.

Cuando las cosas se ponen feas, por uno u otro motivo, se hacen a si mismos la promesa solemne: "mañana lo dejo". A veces incluso se lo cuentan a otros. Me viene a la memoria ahora una escena de la película "Buscando a Amanda" en la que el protagonista, un adicto empedernido al juego, al alcohol y a todo lo que se le ponga por delante, dice a una camarera en un casino de Las Vegas: - tráigame dos copas porque a continuación voy a dejar de beber -. (Lo que sucede a continuación lo dejo en suspenso para animar a ver la película).

El caso es que uno lo va dejando para mañana, pero ese mañana nunca llega.

Hasta que un día pasa algo lo suficientemente grave como para tomar una determinación por fin. La semana pasada, por ejemplo, me vino a la consulta un paciente que lleva muchos años ya de carrera alcohólica. Y que ha dicho muchas veces "mañana lo dejo", pero que ha tenido que llegar el día en que ha tenido un accidente de tráfico, una pelea con la policía, un juicio, y una condena a 18 meses de prisión, que por suerte no va a cumplir en la cárcel sino en libertad condicional, para aceptar el hecho de que tiene un problema adictivo y de que necesita ayuda.

Y todo ello a pesar de que su propio padre, y un hermano más joven hace años ya que acudieron a nosotros por los mismos problemas y llevan una vida libre de adicciones desde entonces.

Aún así, su "mañana lo dejo" ha sido tan fuerte que ha tenido que estrellarse contra la pared para reaccionar.

Esperemos que ahora aprenda la lección, siga el tratamiento y empiece a vivir con la alegría de la libertad.


Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico

martes, 18 de junio de 2013

Asuntos de familia

Ayer me llamó una muchacha para informarse sobre el Programa Victoria. Le preocupa el caso de su padre, que está teniendo problemas con el alcohol, y que recientemente se ha visto castigado con la retirada del permiso de conducir lo cual le ha hecho reflexionar y pedir ayuda.

Lo curioso del caso es que me dice la joven que hace unos años ya habíamos tratado a su abuelo. Lo que ella tal vez no sepa es que también hemos tratado a otro hermano de su padre hace años, con lo que ya tenemos tres miembros de la misma familia padeciendo problemas de adicción al alcohol. El padre y dos hijos varones.

Esto me recuerda otro caso llamativo de una familia de cinco hermanos, cuatro varones y una mujer, de los que he tratado a todos los varones. Empezó uno de ellos, hace unos 20 años, y el último de ellos vino hace unos 5 años. También me vino después un sobrino de este último pero era por parte de su mujer, por lo que no había un vínculo de sangre.

Es de todos conocido que hay componentes genéticos que afectan al riesgo de desarrollar la enfermedad adictiva, y que también hay modos de comportamiento que se aprenden en el seno de la familia que pueden inducir el abuso y la dependencia del alcohol.

La combinación de ambos suele estar presente, en una u otra medida, en la mayoría de los pacientes que tratamos. No podemos hacer nada para cambiar la herencia genética que traemos, pero siempre podemos aprender a vivir sin adicción.

Y para nosotros es un motivo de alegría ver que diferentes miembros de la misma familia confían en el Programa Victoria para salir del problema y superar su adicción.


Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico

jueves, 13 de junio de 2013

Los pecados del adicto

Desde hace muchos años hablo a mis pacientes de que la adicción es la enfermedad de la mentira, y desde hace algún tiempo he añadido también de la soberbia.

Las personas adictas empiezan por engañarse a si mismas y a continuación tratan de engañar a los demás. La mentira se va instalando en su vida de una manera que a veces llegan a ser víctimas de sus propios embustes y les cuesta trabajo hasta reconocer lo evidente.

Cuántas veces nos encontramos con pacientes que niegan su consumo de alcohol incluso después de que una prueba de alcoholemia nos acaba de demostrar que han bebido mucho recientemente. Pues no, que te lo juro que no he bebido más que una cerveza anoche, pero era sin alcohol.

La soberbia es la que les lleva a negar que necesiten ayuda para nada. Yo lo controlo, yo lo dejo cuando quiera, para qué voy a ir yo a un psicólogo o a un médico, qué me van a decir que yo no sepa ya.

Y con estas actitudes, que son producto de la propia enfermedad adictiva, el problema no hace sino crecer, aumentar y agravarse. Hasta que en algún momento estalla.

En estos días he tenido ocasión de ver la película “El vuelo” en la que se ven con toda claridad estos temas. La soberbia y la mentira llevadas hasta sus últimas consecuencias.
Un excelente guión y una muy buena interpretación de Denzel Washington. Muy recomendable.


Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico

martes, 21 de mayo de 2013

Tocando fondo


Hace unos días he tenido la oportunidad de ver una película titulada originalmente Smashed, que se podría traducir como aplastado, o destrozado, y que en la versión española han titulado Tocando Fondo.

Es la historia de una pareja de jóvenes, aficionados ambos a la bebida, o mejor dicho, más que aficionados, grandes consumidores y ambos con problemas de adicción.

Un día, la mujer vive una situación en el trabajo que hace que tenga que empezar a enfrentarse a las consecuencias de su problema con el alcohol. Poco a poco empieza a tomar conciencia de su adicción y pone los medios para ponerle remedio.

La película relata su evolución hasta que consigue superar su adicción y cambiar su vida, y refleja muy bien los sentimientos que viven los protagonistas y las dificultades que tienen que afrontar para salir adelante y liberarse de la esclavitud del alcohol.

No es una película comercial, y dudo mucho que llegue a hacerse famosa. Tampoco los actores son muy conocidos, pero está muy bien realizada e interpretada y la encuentro muy recomendable para todos.

En la vida de un adicto siempre hay un momento que significa un punto de inflexión. Es cuando uno se da cuenta de que necesita cambiar y dejar el alcohol. Algunos lo llaman precisamente "tocar fondo", como el título de la película.

Cuanto antes uno se de cuenta de las cosas, menos profundo será el lugar donde toque fondo antes de empezar a cambiar. Y menores serán los daños y las consecuencias sufridas por uno mismo y causadas a los demás.


Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico
www.programavictoria.com

jueves, 9 de mayo de 2013

El alcohol y las penas del alma



La sabiduría popular ha acuñado refranes y dichos como por ejemplo que beber "alivia las penas", y es cierto que el dolor de alma es muchas veces un desencadenante de consumo de alcohol, incluso en personas no habituadas a un beber social.

Cuando uno sufre de un profundo malestar emocional, un estado de ansiedad, o una gran tristeza, es cierto que puede encontrar un cierto alivio bebiendo alcohol. Lo malo es que, como todo lo aparentemente bueno que ofrece la bebida, al cabo de un tiempo el alivio desaparece y por una especie de efecto péndulo, la persona se siente aún peor.

Si este círculo vicioso se repite muchas veces la persona puede quedar totalmente atrapada en él, aumentar su estado de ansiedad o depresión, y beber cada vez más para intentar compensalo, sin nunca conseguirlo del todo.

Es como el náufrago que bebe agua del mar para calmar la sed. Al cabo de un rato la sed es aún mayor y la situación empeora inexorablemente.

Muchas veces la persona acude al médico, le cuenta sus problemas de ansiedad o sus síntomas depresivos, pero omite el asunto del alcohol. Como consecuencia de ello, puede que el médico le prescriba ciertos fármacos que serían muy apropiados en una persona que no beba, pero que con el alcohol alteran totalmente sus efectos haciéndolos muy perjudiciales en muchos casos.

En conclusión, si tienes penas del alma, busca ayuda en un buen amigo, o en un buen psicólogo, pero no caigas en la trampa de amortiguar el dolor con el alcohol, porque las penas siempre salen a flote y cada vez con más fuerza, añadiendo además el problema de la adicción a los que ya pudieras tener anteriormente.


Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico