Un año más llega el momento de reflexionar sobre el
consumo de alcohol en nuestra sociedad. El Día sin Alcohol se ha creado con la idea de hacer una pausa en la vida
cotidiana y planearnos por un momento cómo es nuestra relación con el alcohol, y con los problemas que su
consumo inmoderado causa en la sociedad.
Nos encontramos ante una substancia adictiva,
responsable de innumerables problemas de todo tipo y por todos conocidos. Accidentes de tráfico, problemas de
salud, problemas en las relaciones familiares, conductas de
violencia, etc. Y al mismo tiempo el alcohol habita en bebidas que
consideramos parte casi consubstancial de nuestra vida y nuestra cultura. El vino, la cerveza, y otras bebidas
alcohólicas que desde tiempos muy remotos forman parte de nuestras
costumbres y tradiciones.
La sociedad tiene el difícil dilema de proponer un
delicado equilibrio entre el arraigo cultural y social que tiene el
consumo moderado de bebidas alcohólicas y el innegable efecto
pernicioso que el abuso de alcohol ocasiona en muchas personas, y por
ende, en el
conjunto de la sociedad.
Yo suelo decir a mis pacientes que más peligrosa que
la propia bebida es la intención con la que se consume.
Una cerveza, o un vaso de vino, tomado como
complemento de una comida, en un momento de vida social y encuentro
con familiares o amigos, puede ser totalmente inofensiva.
Mejor dicho. Aunque el alcohol que contienen tales bebidas siempre es
un tóxico que nuestro cuerpo tiene que eliminar, en
cantidades muy moderadas tenemos capacidad de neutralizarlo antes de que produzca unos daños significativos.
También es cierto que si aumenta la cantidad y la
frecuencia de consumo, sea cual sea el contexto en el que se realice,
podemos pronto superar los límites que nuestro organismo
tiene para neutralizar el tóxico y llegar a causarnos daños físicos
y de todo tipo en nuestra vida.
Pero lo más peligroso de todo es querer utilizar el
alcohol, sea cual sea la bebida en la que lo consumamos, como un
elemento que modifique nuestro estado de ánimo. Beber para
superar la timidez, para ser más capaz de hablar en público, para
desinhibirse, o para dejar de sentir un dolor emocional que la vida nos ha
traído, es empezar a construir el camino de la adicción.
Cuántos pasos tiene que dar una persona por ese
camino para llegar al punto de no retorno en el que se convierte en
adicta al alcohol y empieza a perder su libertad y su capacidad de
autocontrol es algo que nadie puede saber a priori. Pero lo que si
sabemos es que las personas que no beben alcohol nunca llegan a ser
adictas, y que las que lo hacen, a medida que perseveran en el
consumo, sobre todo si las cantidades se alejan de la moderación,
más van avanzando en un camino sin retorno.
Cuando una persona llega a la adicción, la única
solución es aprender a vivir sin alcohol, y la mayoría de las
veces, es necesario un tratamiento médico y psicológico para
conseguirlo con garantías.
Por eso, lo mejor es vivir el Día sin Alcohol, no
sólo hoy, sino todos los días de nuestra vida. O como segunda
opción, tener un consumo mínimo, infrecuente y siempre alejado de buscar
efectos psicológicos o emocionales en él.
Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico
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