martes, 15 de octubre de 2013

La intención es lo que cuenta

Uno de mis pacientes, que lleva ya casi tres meses sin beber tras su paso por el Programa Victoria, me cuenta que hace unos días pidió un “tinto de verano” sin alcohol y le resultó muy agradable. Al terminar de tomárselo, vio en la etiqueta que contiene un 1% de alcohol y empezó a tener dudas de si había hecho bien o no y de si eso podría considerarse como una recaída.

Lo que ha hecho mejor este paciente es venir a contármelo, porque lo peor en estos casos es dejar que se incube el pensamiento de que “he bebido un poco de alcohol y no me ha pasado nada, no me ha llevado a seguir bebiendo, no me lo ha notado nadie, etc.”

Esa forma de pensar, típica de la mente adictiva, es la que podría llegar a convertirse en el desencadenante de una recaída en toda regla.

En casos como este lo importante es la intención del sujeto a la hora de elegir esa bebida. Si lo que pretendía era tomar una bebida sin alcohol no hay ningún problema por el hecho de que químicamente hubiera una ínfima cantidad de etanol en ese líquido. En nuestro cuerpo se produce etanol todos los días como resultado de la digestión de las comidas, y ese alcohol no genera el deseo de beber en nadie ni desencadena recaídas.

Pero si el caso fuera al contrario, si el sujeto hubiera pedido ese “tinto de verano” sabiendo que contiene alcohol y pretendiendo jugar con su propia adicción, entonces si que estaría en peligro de recaída, no por el efecto químico del alcohol en su cerebro, que sería insignificante en todo caso, sino por el efecto psicológico de haber tomado la decisión consciente de tomar una bebida con alcohol y posteriormente autojustificarse la conducta pensando “no ha pasado nada”.

Este comportamiento, y esa forma de pensar, son los que acaban incubando la recaída y antes o después se suele producir el descontrol.

Más peligroso que el efecto químico del alcohol en el cuerpo es el efecto psicológico de creerse capaz de evitar que la adicción se vuelva a poner en marcha. La intención es lo que cuenta, sobre todo.

En definitiva, es mucho peor tomar una cerveza sin alcohol que te haya servido un camarero que quiere ayudarte a no recaer, a pesar de que hayas pedido una normal, que tomar una cerveza, habiendo pedido una sin alcohol, porque el camarero se ha confundido.


Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico

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