jueves, 28 de noviembre de 2013

Las mil y una excusas

Cuando uno tiene problemas de adicción no le faltan excusas y justificaciones, más o menos baratas, para beber.

Es que he tenido un problema con mi ex, me cuenta uno de mis pacientes. Se ha dado cuenta de que le he estado mintiendo mucho tiempo y se ha molestado conmigo. Lleva varios días sin hablarme. ¡Con lo bien que estábamos la semana pasada!Así que me he sentido muy mal, me he hundido y he vuelto a beber. Claro que la culpa también es de mi hermano, que también tiene problemas con el alcohol y fue él quién compró la bebida y la trajo a mi casa. ¿Qué le iba a hacer yo? 

Visto así, parece que uno no tiene ninguna responsabilidad, ni tampoco ninguna alternativa. Uno es simplemente víctima de sus circunstancias, como una hoja que el viento lleva de un lado para otro.

El adicto se siente más cómodo con esa sensación de víctima. Yo no soy responsable de nada, qué podría yo hacer. Y así nos justificamos maravillosamente para seguir bebiendo y cometiendo los mismos errores, como si no fuéramos nosotros mismos lo que tomamos nuestras propias decisiones.

Decir que no siempre es una alternativa. No digo que sea fácil, ni siquiera que sea lo más fácil. En ocasiones es difícil y complicado sobreponerse a la tentación de dejarse llevar por la fugaz satisfacción inmediata de ese momento, que luego se transforma en culpabilidad, sufrimiento y lamentos. Por eso es mejor echarle la culpa a otro y no asumir que mis decisiones las tomo yo, y que en mi mano está cambiar.

Se acabaron las excusas. Hoy quiero seguir sin beber. Me siento mejor sin beber. Este es mi deseo y mi decisión. Y así sera.

Probemos a hacerlo de esta manera, y veremos como las cosas van mejor. Quizá tarden un poco más de lo que nos gustaría en mejorar, pero lo harán.


Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico

viernes, 22 de noviembre de 2013

Cuando un hombre ama a una mujer

Uno de mis pacientes de esta semana me ha contado un problema que le está empezando a preocupar desde que ha vuelto, sin beber alcohol, de su terapia en el Programa Victoria. Resulta que, pasados los primeros días de alegría familiar por su vuelta a casa, y por los cambios evidentes de su aspecto físico y de su actitud, empiezan a surgir problemas domésticos en cuanto al trato con sus hijos y con su esposa.

El asunto es que nuestro hombre, vamos a llamarle Paco para abreviar, se había pasado los últimos años metido cada vez más en una nube etílica que le tenía fuera de juego en todos los sentidos. Apenas se ocupaba de labores domésticas, ni de sus hijos, ni opinaba sobre la vida familiar, ni su opinión era tenida en cuenta si es que la daba.

Ahora, al recuperar la sobriedad, empieza a tener opiniones y actitudes que no siempre son bien recibidas por los demás. Por ejemplo, para los hijos es más cómodo tener un padre que les consiente todo, porque él mismo no está en condiciones de actuar de otra manera, que escuchar las reprimendas, las negativas, o las reconvenciones de un padre que actúa como tal y quiere educar a sus hijos como Dios manda.

También en el caso de su esposa está habiendo dificultades porque ella se había acostumbrado a organizar todo sin contar con él y ahora que él ha vuelto a la vida tiene su opinión, que a veces no coincide.

Dejar de beber es imprescindible para sanar una vida dañada por la adicción, pero solamente es el primer paso. Hay que tener paciencia, constancia y perseverancia para continuar en sobriedad y afrontar los problemas que puedan surgir, del estilo que estoy comentando o del que sea.

Hay una película que refleja muy bien este tema. "Cuando un hombre ama a una mujer", en la que la protagonista se ve sumida en problemas graves después de dejar el alcohol, similares a los que he relatado de Paco. Mi recomendación para verla con tranquilidad y aprender de ella. Además tiene una banda sonora preciosa y unas interpretaciones excelentes de Meg Ryan y Andy García.


Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico

jueves, 14 de noviembre de 2013

Día sin Alcohol

Un año más llega el momento de reflexionar sobre el consumo de alcohol en nuestra sociedad. El Día sin Alcohol se ha creado con la idea de hacer una pausa en la vida cotidiana y planearnos por un momento cómo es nuestra relación con el alcohol, y con los problemas que su consumo inmoderado causa en la sociedad.

Nos encontramos ante una substancia adictiva, responsable de innumerables problemas de todo tipo y por todos conocidos. Accidentes de tráfico, problemas de salud, problemas en las relaciones familiares, conductas de violencia, etc. Y al mismo tiempo el alcohol habita en bebidas que consideramos parte casi consubstancial de nuestra vida y nuestra cultura. El vino, la cerveza, y otras bebidas alcohólicas que desde tiempos muy remotos forman parte de nuestras costumbres y tradiciones.

La sociedad tiene el difícil dilema de proponer un delicado equilibrio entre el arraigo cultural y social que tiene el consumo moderado de bebidas alcohólicas y el innegable efecto pernicioso que el abuso de alcohol ocasiona en muchas personas, y por ende, en el
conjunto de la sociedad.

Yo suelo decir a mis pacientes que más peligrosa que la propia bebida es la intención con la que se consume.

Una cerveza, o un vaso de vino, tomado como complemento de una comida, en un momento de vida social y encuentro con familiares o amigos, puede ser totalmente inofensiva. Mejor dicho. Aunque el alcohol que contienen tales bebidas siempre es un tóxico que nuestro cuerpo tiene que eliminar, en cantidades muy moderadas tenemos capacidad de neutralizarlo antes de que produzca unos daños significativos.

También es cierto que si aumenta la cantidad y la frecuencia de consumo, sea cual sea el contexto en el que se realice, podemos pronto superar los límites que nuestro organismo tiene para neutralizar el tóxico y llegar a causarnos daños físicos y de todo tipo en nuestra vida.

Pero lo más peligroso de todo es querer utilizar el alcohol, sea cual sea la bebida en la que lo consumamos, como un elemento que modifique nuestro estado de ánimo. Beber para superar la timidez, para ser más capaz de hablar en público, para desinhibirse, o para dejar de sentir un dolor emocional que la vida nos ha traído, es empezar a construir el camino de la adicción.

Cuántos pasos tiene que dar una persona por ese camino para llegar al punto de no retorno en el que se convierte en adicta al alcohol y empieza a perder su libertad y su capacidad de autocontrol es algo que nadie puede saber a priori. Pero lo que si sabemos es que las personas que no beben alcohol nunca llegan a ser adictas, y que las que lo hacen, a medida que perseveran en el consumo, sobre todo si las cantidades se alejan de la moderación, más van avanzando en un camino sin retorno.

Cuando una persona llega a la adicción, la única solución es aprender a vivir sin alcohol, y la mayoría de las veces, es necesario un tratamiento médico y psicológico para conseguirlo con garantías.

Por eso, lo mejor es vivir el Día sin Alcohol, no sólo hoy, sino todos los días de nuestra vida. O como segunda opción, tener un consumo mínimo, infrecuente y siempre alejado de buscar efectos psicológicos o emocionales en él.


Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico