jueves, 25 de julio de 2013

La ley de la gravedad

Hay leyes de la naturaleza que no podemos cambiar, están ahí queramos o no, podemos aceptarlas o ignorarlas, pero no podemos sustraernos a sus efectos.

Por ejemplo la ley de la gravedad. Si yo sostengo un objeto en mi mano y lo suelto, el objeto caerá irremediablemente hasta el suelo. Y si lo recojo de nuevo y lo vuelto a soltar, volverá a caer. Una y otra vez, invariablemente. La ley de la gravedad es la explicación. La atracción que la masa del planeta Tierra ejerce sobre el objeto hace que caiga. No hay alternativa.

Si yo sujeto el objeto con una cuerda desde el techo puedo evitar que caiga, pero en el momento en que corte la cuerda volverá a caer. No podemos evitar el efecto de la gravedad. Así es la vida.

Para un adicto existe también una variante de la ley de la gravedad que es igual de cierta y segura, aunque muchas veces queramos ignorarla o desconocerla.

Si una persona adicta se mantiene abstinente, si no consume, es como cuando tenemos el objeto atado al techo con la cuerda. No se caerá. Pero en el momento en que se vuelva a repetir la conducta adictiva, si se vuelve a consumir, la adicción volverá a actuar y a llevar al sujeto a reproducir los mismos comportamientos y a tener los mismos problemas, si no peores.

Aunque pase mucho tiempo uno sin consumir, no por ello desaparece la "ley de la gravedad" del adicto. Es como el objeto que tenemos atado. Aunque esté sujeto muchos años, el día que lo soltemos se caerá.

Cuesta mucho aceptar esto, porque parece que nuestra tendencia a creernos capaces de cualquier cosa nos lleva a ponernos en peligro de nuevo y a olvidar que la adicción sigue ahí, en lo profundo del cerebro, y que se puede reactivar en cualquier momento.

Es tarea de los terapeutas enseñar a nuestros pacientes a comprender esto, interiorizarlo y así, poder liberarse de la adicción y vivir sin beber, o sin otras drogas, con toda naturalidad y alegría.


Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico

www.programavictoria.com

martes, 23 de julio de 2013

Gracias

Gracias.

Con esas seis letras, el equipo que compone el Programa Victoria quiere agradecer a todos aquellos que, desde hace varios meses, visitáis este blog semana tras semana para conocer un poco más el día a día de nuestro psicólogo, Bernardo Ruiz, resolver algunas dudas relacionadas con el consumo de drogas y descubrir los detalles de nuestro tratamiento para superar la dependencia del alcohol, un tratamiento que ayer lunes se inició de nuevo con unos alumnos únicos que tienen muchísimas ganas de recuperarse y poder retomar su vida normal, sin los problemas que conlleva el consumo excesivo de alcohol, tanto para ellos mismos como para sus amigos y familiares.


Sin vosotros y vuestro apoyo no seríamos nada.


El equipo del Programa Victoria.

jueves, 18 de julio de 2013

Normas terapéuticas

Siempre me ha sorprendido el hecho de que en la inmensa mayoría de los tratamientos para la adicción se trata a los pacientes como si fueran “presuntos delincuentes”.

Me refiero, por ejemplo, a que al ingresar en el centro lo primero que se hace es registrar sus pertenencias para verificar que no introducen alcohol o drogas en su equipaje, se les retira el dinero, el teléfono, a veces también la documentación y hasta el reloj.

En algunos lugares incluso están cerrados con llave y no tienen prácticamente libertad para hacer nada sin permiso de los cuidadores o terapeutas.

Seguramente la idea que hay detrás de tales restricciones es que los pacientes adictos no son fiables, mienten con frecuencia, tienden a hacer trampas, etc. Y con tales controles se pretende evitar consumos y problemas indeseados.

Mi sorpresa viene porque en nuestro Programa Victoria no actuamos así. Nuestros pacientes no se ven privados de su libertad de movimientos. Lógicamente hay unas mínimas normas que cumplir: participar en todas las sesiones terapéuticas, respetar los horarios, no salir del recinto del hotel donde se alojan durante la terapia, mantener el teléfono móvil en su habitación y usarlo lo mínimo imprescindible, y lógicamente, no beber alcohol ni consumir otras drogas.

Pero todo esto lo planteamos como un marco lógico de actuación terapéutica, no como unas restricciones que se imponen coercitivamente. Y por extraño que pueda parecer a algunos, la respuesta de los pacientes es muy positiva. Al tratarlos como seres responsables de su propio proceso terapéutico se dan cuenta del absurdo que sería ir contra sus propios intereses, y al no tener normas rígidas, ni vigilantes para impedirles saltárselas, dejan de pensar en cómo transgredirlas y empiezan a actuar de una forma correcta y beneficiosa para tu tratamiento.

Si la adicción se caracteriza por la falta de libertad a la que el sujeto llega por su dependencia del alcohol o de la substancia que sea, no podemos pretender que la recupere si no se le permite ejercerla.

Naturalmente hay gente para todo, y es probable que en algunos casos no haya más remedio que aplicar más control externo a ciertos pacientes, pero creo que para la mayoría es mejor transmitirles responsabilidad, confianza y seguridad en si mismos porque estos valores van en la dirección adecuada de una vida libre de adicciones.


Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico

jueves, 11 de julio de 2013

Decisiones

Para superar una adicción lo primero que hay que hacer es tomar una decisión: dejar de consumir.

Parece simple, pero tiene sus complicaciones.

Además, la única persona que tiene derecho de voto en ese asunto es quién sufre la adicción en sus propias carnes. Los demás, ya seamos terapeutas, familiares, jefes o autoridades, lo único que podemos hacer es animar, presionar, aconsejar, influir, opinar..., pero solo la propia persona adicta puede tomar esa decisión.

Para los que lo ven desde fuera parece una decisión sencilla. Simplemente dejas de beber, o de tomar lo que sea, y punto. Pero para el propio adicto muchas veces es tan complicado como pedirle a una persona con una fuerte gripe que deje de toser. Es la propia enfermedad lo que limita la capacidad de decisión del sujeto, la que mina su propia libertad de actuación, y eso es lo que cuesta entender, muchas veces, por todos los demás, y hasta por la propia persona afectada.

En cambio, también es cierto que puede ser mucho más fácil de lo que parece.

Cuando llevas ya unos cuantos años tratando a personas adictas, como es mi caso, te das cuenta de que hay quien es capaz de dejar de beber, o de tomar otras drogas, de un día para otro, sin un gran esfuerzo y además con una sensación de liberación y bienestar.

Pero también es cierto que hay personas a las que les cuesta muchísmo dejarlo y que necesitan estar en un entorno controlado, lejos de su vida cotidiana y a veces también ayuda farmacológica para detener su consumo y evitar los desagradables síntomas de la abstinencia que aparecen en algunos casos.

Incluso la misma persona puede vivir las dos situaciones en diferentes momentos de su vida. Recuerdo casos de personas que han podido parar de beber una vez sin ningún efecto adverso y que varios años después, tras una recaída, han sido incapaces de parar sin una ayuda y un control externo.

Pero la decisión de dejar de consumir es solo el primer paso.

A partir de ahí hay que hacer un profundo análisis de la propia conducta adictiva para comprender bien a qué responde y cómo desactivarla, y para eso es necesario tomar otra decisión importante: hacer una terapia adecuada. De lo contrario, lo más probable es que antes o después la situación vuelva a escapársele de las manos al paciente, vuelva el consumo adictivo y vuelvan los problemas. Corregidos y aumentados.


Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico

jueves, 4 de julio de 2013

Beber para ser libre

Con la llegada del verano empiezan a aparecer en los informativos noticias relativas al consumo de alcohol, sobre todo hablando de la gente más joven: los botellones, los accidentes de tráfico, etcétera.

En uno de estos reportajes aparecía un muchacho hablando de las bondades que tiene para él el consumo de alcohol y argumentaba “cuando bebo el alcohol hace que en mi cerebro se desconecten las inhibiciones, la timidez y todas esas cosas y así puedo hacer lo que quiera. Es la libertad total”. ¡Vaya manera de rendirse ante las trampas de la adicción!

Si por algo se caracteriza la libertad es por tener la capacidad de decidir. Y si hay algo que se altera en una persona que está bajo los efectos del alcohol es precisamente eso. Cuando este joven crea estar disfrutando de la “libertad total” lo que está realmente es dejándose llevar por los efectos de una substancia química que ha alterado su estado normal de conciencia, y por lo tanto ya no es él mismo tomando decisiones. Justo lo contrario de lo que cree conseguir.

La adicción siempre se basa en mentiras y autoengaños, y este es uno de ellos. Bebo para ser libre. Cuéntale eso a una persona que lleva años sufriendo la esclavitud de la adicción alcohólica, que está perdiendo la salud, la autoestima, la familia y muchas cosas más, como consecuencia de esa “libertad” falsa que le ha llegado a convertir en esclavo de su propia enfermedad.

Bebo para hacer cosas que no me atrevo a hacer sobrio. ¿Y no sería mejor aprender a superar las inhibiciones? Si te sientes limitado por tus propias carencias, acude a una terapia, pero no busques atajos químicos que te van a llevar a lo contrario de lo que buscas. Porque muchas veces las inhibiciones que anula el alcohol son protectoras para nuestra seguridad y nuestro bienestar a largo plazo.

Los pacientes que tratamos en el Programa Victoria, cuando sienten que han superado su adicción, suelen decir precisamente “ahora me siento libre”. Nunca el alcohol ni otras drogas pueden hacer a una persona más libre, sino todo lo contrario, menos libre, y por lo tanto menos humano, en definitiva, más animal. Burro, casi siempre.


Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico