Hace unos días me
llegó una consulta por e-mail de una persona que no conozco y que me cuenta que
lleva ya más de dos años sin beber y acudiendo a reuniones de Alcohólicos
Anónimos.
Su preocupación es
que se siente agobiado por la constante referencia que escucha en las reuniones
de que si deja de acudir a ellas va a recaer inevitablemente y que la única
solución para mantener la sobriedad es seguir acudiendo de por vida a reuniones
de AA.
Esta es una de las
creencias que están muy extendidas en los grupos de autoayuda, tales como
Alcohólicos Anónimos y también en Alcohólicos Rehabilitados y otras entidades
similares.
Se trata, como digo,
de una creencia basada en que en muchas ocasiones sucede eso. Cuando una
persona que ha estado un tiempo participando en reuniones de AA deja de ir es
porque ha vuelto a beber, o bien es el preludio de una recaída.
El error, en mi opinión,
está en sacar la conclusión de que hay una relación de causa y efecto entre
ambos hechos, y más aún, que es la única causa.
Muchas personas han
dejado el alcohol sin acudir en su vida a una reunión. Han podido hacerlo con
ayuda médica, psicológica, o tal vez siguiendo programas terapéuticos
diferentes de los doce pasos de Alcohólicos Anónimos, que también existen.
Yo mismo tengo la
experiencia de casi treinta años de trabajo con el Programa Victoria, en el que
nuestros pacientes aprenden a vivir sin alcohol sin necesidad de acudir a
reuniones de autoayuda de ninguna clase.
Aunque no tengo nada
en contra de que lo hagan y siempre les animo a que al menos vayan una vez para
conocer de qué se trata y valorar si les puede servir de ayuda, el caso es que solo
aquéllos que ya conocían previamente AA o AARR encuentra positiva la
participación en tales reuniones.
Y no por eso recaen
más que los demás, sino todo lo contrario.
Lo malo, en mi
opinión, es fomentar el miedo a la recaída, o más bien la superstición de que
uno “necesita” seguir yendo a reuniones o de lo contrario volverá a beber o a
drogarse. Al repetir una y otra vez ese mensaje, en la mente de muchas personas
se convierte en una programación mental que actúa en su subconsciente de modo
que, si por alguna razón dejan de acudir a reuniones, acaban recayendo.
Es como una profecía
autocumplida. Como me he creído, a fuerza de escucharlo, que voy a recaer si
dejo de venir, si alguna vez las circunstancias de la vida me llevan a dejar de
ir a reuniones acabo cayendo en aquello que he llegado a considerar como
inevitable.
Creo que esa es una
mala interpretación del fondo del programa de los doce pasos, que busca la
liberación del sujeto de su adicción. Bien es cierto que la adicción no se
elimina nunca y que el riesgo de la recaída es un peligro latente que siempre
está ahí, pero fomentar el miedo y condicionar la sobriedad a la asistencia a
reuniones es simplemente una superstición que no deberíamos fomentar los
terapeutas que trabajamos en estos campos.
La libertad es lo que
pierde el adicto, y recuperarla significa aprender a valerse por sí mismo para
evitar las recaídas. Las reuniones pueden ser una ayuda, y muchas veces lo son,
pero nunca deberían presentarse como la única solución, ya que simplemente no
es cierto.
Bernardo Ruiz
Victoria
Psicólogo Clínico
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