Hace unos días tuve
una primera consulta con un paciente de 40 años, Pedro, que vino acompañado de
su padre, el cual está muy preocupado por el problema que su hijo tiene con el
alcohol.
Según cuenta el
padre, Pedro lleva muchos años bebiendo en exceso de un modo intermitente. Cuando
lo hace se vuelve agresivo, llega tarde a casa, descuida sus responsabilidades,
entre ellas su hijo adolescente que está bajo su custodia. En cambio, para
Pedro todo es una exageración de los padres, él lo único que hace es “salir a
divertirse con sus amigos” de vez en cuando, y “¿qué hay de malo en ello?”.
El padre insiste;
le han retirado el permiso de conducir por alcoholemia, pero a eso Pedro alega
que “a todo el mundo le pasa”. El padre le recuerda que desde hace varios años
se repiten estas situaciones, que su hijo se tiene que ir a dormir con los
abuelos cuando Pedro se va de juerga con sus amigos, y otras cosas que
demuestran con claridad que hay un problema de adicción en marcha, pero que
nuestro amigo Pedro todavía no se lo quiere plantear.
En el curso de la
sesión, me dice que él no tiene ningún problema con el alcohol, que bebe cuando
quiere y que cuando quiere lo deja. Pero cuando yo le pregunto que cuántas
veces ha hecho el intento en serio de dejar de beber una temporada me dice que
ninguna, que nunca se lo ha propuesto, aunque insiste “yo puedo estar sin beber
todo el tiempo que quiera”.
Veremos cómo
evoluciona todo esto. Por el momento se ha comprometido conmigo y con su padre
a estar un mes sin beber nada. Dice que no le va a suponer ninguna dificultad,
pero ya veremos.
Su actitud era
reflejo de la arrogancia con la que se comportan las personas adictas al
alcohol durante algún tiempo. “Yo lo dejo cuando quiera”, suelen decir, como si
realmente quisieran hacernos creer, o más bien hacerse creer a sí mismos, que
no tienen ningún problema. Pero no se dan cuenta de que en esa misma frase está
la clave que identifica su situación de adictos, en mayor o menor grado.
Cuando una persona
quiere dejar de hacer algo porque entiende que le perjudica, simplemente deja
de hacerlo y, si es necesario, busca ayuda para conseguirlo. Pero un adicto que
dice “yo lo controlo” o “yo lo dejo cuando quiera” tan solo se está
justificando a si mismo, porque en realidad no lo hace. Sigue bebiendo, aunque
tal vez empiece a hacerlo a escondidas para que no le vean, intentando
disimular los efectos del alcohol de una u otra manera.
La adicción es como
esas plantas carnívoras que van atrayendo a su víctima con atractivos colores y
olores hasta que caen dentro de ellas y ya no pueden salir. La persona que
piensa que lo deja cuando quiere y sigue bebiendo, es que en realidad no es
capaz de dejarlo por si misma, pero la propia enfermedad adictiva le impide ver
las cosas como son, y el autoengaño le sigue empujando por la pendiente.
Para salir de la
planta carnívora es necesario que alguien te ayude y aceptar humildemente la
ayuda que te puedan dar tus familiares, amigos y terapeutas. De otro modo,
acabarás atrapado por la adicción.
Espero que a Pedro
no le suceda lo mismo y empiece a comprender que su padre está ofreciendo
ayuda, y que yo como terapeuta le puedo ofrecer el Programa Victoria como vía
de escape antes de ser devorado.
Seguiremos
informando.
Bernardo
Ruiz Victoria
Psicólogo
Clínico
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