A pesar de la idea
extendida de que el alcohol es un estimulante, hay que decir que en realidad es
lo contrario, es un sedante. Sus efectos dependen de la cantidad ingerida, de
la rapidez con la que se bebe, del peso, de si el estómago está lleno o vacío y
de si se han tomado otras drogas o medicamentos.
Sistema Digestivo
Tan pronto como el
alcohol entra en nuestro cuerpo empiezan sus efectos nocivos. El alcohol
comienza a pasar a la sangre desde la misma boca y su toxicidad puede hacer
empeorar heridas bucales ya existentes. Por ejemplo, una lesión leve en la
boca, irritada durante años por el alcohol, puede convertirse en un cáncer.
El alcohol también
puede dañar los bronquios y la tráquea. Si añadimos el tabaco, las
probabilidades de desarrollar un cáncer en la boca, garganta, esófago y
bronquios, son 15 veces mayores que entre los no bebedores y no fumadores.
El alcohol, al
llegar al estómago, puede empezar a atacar sus fibras internas. Aumenta la
secreción de ácido clorhídrico, que se usa para hacer la digestión de los
alimentos. Este exceso de ácido, junto con el alcohol, puede dañar los
delicados tejidos de las paredes del estómago y los vasos sanguíneos
subyacentes. Con el tiempo pueden aparecer hemorragias y úlceras, produciendo gastritis
alcohólica, que puede ser mortal.
Un tercio del
alcohol ingerido se absorbe en el estómago y el resto en el duodeno. Aquí puede
causar úlceras duodenales, que pueden ser muy dolorosas. Pero el alcohol
también puede matar las terminaciones nerviosas con lo que el paciente no
sentirá el dolor y no podrá buscar ayuda médica a tiempo.
La víctima
principal del alcohol es el hígado. Un órgano vital que produce muchas
substancias imprescindibles para mantener la salud. Entre otras, fabrica las
substancias químicas que evitan que la sangre se coagule, fabrica glucosa para
que tengamos energía, proteínas para el crecimiento y bilis para la digestión
de comidas grasas. El hígado también se encarga de neutralizar las substancias
tóxicas que entran en nuestro cuerpo. El alcohol interrumpe estas y otras
funciones del hígado.
Las enfermedades
hepáticas son una de las principales causas de muerte entre las personas que
abusan del alcohol.
Todos los días,
durante el proceso de la digestión, se produce en nuestro cuerpo una cantidad
de alcohol equivalente a la que contiene un litro de cerveza. El hígado se
encarga de eliminarla antes de que entre en nuestro torrente sanguíneo,
evitando así que nos cause daños.
Cuando
sobrecargamos al hígado con un exceso de alcohol, no tiene tiempo de eliminarlo
y sus efectos tóxicos pasan a la sangre y llegan a todos los rincones de
nuestro organismo. Además, se produce una acumulación de grasa en el hígado, el
cual empieza a aumentar de tamaño. Es lo que se llama hepatopatía alcohólica.
Si la persona sigue bebiendo, en el hígado empieza a acumularse tejido muerto
que lo deforma y lo constriñe. Es lo que se llama cirrosis.
En el proceso
circulatorio, la sangre que retorna al corazón pasa por el hígado para ser
depurada. Un hígado inflamado y con cicatrices presiona a las venas que pasan
por él, bloqueando el paso de la sangre y provocando la aparición de vasos
sanguíneos alternativos en las zonas adyacentes. En la zona donde el esófago se
conecta con el estómago esos vasos pueden llegar a tener el grosor de un lápiz
al intentar contener la corriente sanguínea de las venas obstruidas por la
presión en el hígado. Estas venas varicosas en el esófago soportan gran
presión, pueden herniarse con facilidad y pueden llegar a reventar, provocando
una hemorragia interna que puede ser mortal.
Cuando el hígado
empieza a fallar deja de controlar la producción y el funcionamiento de la
bilis, la cual pasa a la corriente sanguínea y llega a todos los tejidos del
cuerpo. Esto es lo que produce en algunas personas un color amarillento en la
piel y en los ojos.
Estos son algunos de los efectos nocivos que el alcohol causa en el hígado. Es importante destacar que no hay ningún medicamento, dieta ni vitaminas que puedan contrarrestar el efecto tóxico del alcohol. Sólo dejar de beber ayuda al hígado a regenerarse.
Además del hígado,
hay otro órgano digestivo que sufre de lleno por causa del alcohol: el
páncreas. Esta glándula segrega varias enzimas que resultan indispensables para
la digestión de los alimentos. Produce hormonas importantes, por ejemplo la
insulina. El alcohol puede causar una inflamación del páncreas llamada
pancreatitis alcohólica. Suele afectar a bebedores jóvenes y sobre todo
varones. A medida que la enfermedad avanza la comida es eliminada sin haber
sido digerida del todo, la persona pierde peso, sufre náuseas constantes y con
frecuencia terribles dolores.
El descenso de la
producción de insulina puede causar la diabetes alcohólica. La inflamación
puede llevar a que el páncreas se necrose, lo que suele ser mortal. La
ingestión prolongada de alcohol puede hacer que la glándula se seque, se
endurezca y se calcifique al morir sus tejidos. Muchas veces se generan piedras
en los canales pancreáticos que los bloquean.
Sistema
Circulatorio.
El alcohol puede
causar también daños en el corazón y en la circulación. El abuso continuado
puede producir hipertensión y aumentar el riesgo de apoplejía. Puede producir
arterioesclerosis, que es un endurecimiento de las paredes arteriales, y
espesamiento de la sangre.
El alcohol puede
debilitar también la pared muscular del corazón. A eso se llama miocardiopatía
alcohólica. El corazón se dilata y se debilita, es incapaz de bombear
suficiente cantidad de sangre al cuerpo, y a sí mismo. La fibra muscular
cardíaca queda dañada para siempre. Mientras se debilita el corazón los
pulmones tienden a llenarse de agua, las personas empiezan a sentir fatiga,
dificultades respiratorias, se sienten cansadas a todas horas y a veces llegan
a tener que incorporarse durante la noche para recuperar el aliento.
El alcohol puede
afectar también al sistema nervioso cardíaco haciendo que el ritmo del corazón
empiece a ser caótico e irregular. El resultado de todo esto puede ser la
muerte súbita, algo que puede pasar a cualquier edad, y que ocurre con mucha
frecuencia en jóvenes que abusan del alcohol los fines de semana.
Alcohol y Embarazo
El alcohol puede
causar anormalidades irreversibles en el desarrollo del feto. El alcohol que
bebe la madre pasa al feto en la misma concentración, ya que ambos comparten la
misma corriente sanguínea, produciendo daños graves en el delicado sistema
nervioso aún en desarrollo del bebé.
Los niños que nacen
de madres que han bebido durante el embarazo pueden nacer con el llamado
“síndrome alcohólico fetal”. Estos niños pesan y miden menos, suelen tener la
cabeza más pequeña, también sus ojos, y sus narices suelen ser cortas y
respingonas. Muchos de ellos padecen problemas oculares o cardíacos. El
síndrome alcohólico fetal produce muchas veces un retraso mental importante.
Dado que se ignora
cuál el la cantidad de alcohol necesaria para dañar un feto la única opción
segura para una madre es no beber nada. Lo que si se sabe es que cuánto más
alcohol beba durante el embarazo mayor será el riesgo de tener un hijo con
estos problemas.
El alcohol también
afecta al funcionamiento de la hormona que controla las contracciones uterinas,
con lo que se producen también dificultades a la hora de dar a luz. Los abortos
espontáneos se dan con mucha más frecuencia entre mujeres bebedoras. Por
último, si la madre sigue bebiendo durante la lactancia el bebé sigue
recibiendo el alcohol a través de la leche materna.
Bernardo
Ruiz Victoria
Psicólogo
Clínico
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