lunes, 5 de noviembre de 2012

Halloween


En estos últimos días las noticias más repetidas son las relativas a la muerte de cuatro jóvenes muchachas en una macrofiesta de Halloween en Madrid.

También en Marbella, la ciudad en la que resido, ha habido un caso de un joven herido por apuñalamiento en el curso de la misma noche, así como más de 50 llamadas a los servicios de emergencia médica por intoxicaciones etílicas de jóvenes que estaban "celebrando" esta fiesta foránea que se nos ha ido colando poco a poco al amparo de las películas y de la televisión.

No es que en España hagan falta motivos especiales para hacer una fiesta, pero si éramos pocos, a las tradicionales celebraciones hispanas añadimos con gusto otras que vienen de otras procedencias culturales. El caso es que en España, fiesta es casi sinónimo de abuso de alcohol, y si hablamos de jóvenes, no solo de alcohol sino también de otras drogas.

A pesar de que año tras año se repiten tragedias más o menos sonoras en las que siempre están presentes los mismos ingredientes: multitudes de jóvenes concentrados en uno u otro lugar, música de cierto tipo, alcohol y drogas, la sociedad sigue sin reaccionar más allá de la consternación que producen tales acontecimientos. Pero parece que lo vemos como si de un fenómeno natural se tratara, como si un terremoto o un huracán hubiera sido el causante, y no la conducta irresponsable de muchas personas involucradas en diferentes grados en los hechos.

Yo quiero centrarme hoy en una de ellas, que es la falta de una educación adecuada de los jóvenes acerca de los riesgos del abuso de alcohol y drogas, así como de la falta de imaginación que conduce a creer que no hay otro modo de divertirse que participando en eventos de este tipo.

Creo que los padres debemos hacer una seria reflexión sobre la manera que tenemos de educar a nuestros hijos acerca de estos temas. O de no educarlos en absoluto, que es lo que me temo que sucede en muchos casos, dejando que la corriente social imperante en la calle sea la que forme sus conciencias en lugar de inculcarles unos principios y valores saludables y positivos para sus vidas.

La indiferencia, el derrotismo de pensar que "lo normal" es eso y que hay que respetarlo, o más bien resignarse, son el caldo de cultivo que permite que tales incidentes se repitan una y otra vez.

Después es muy manido aludir a que las autoridades competentes no han sido lo suficientemente diligentes, lo cual será cierto en muchos casos. Pero eso no debe llevarnos a eludir nuestra propia responsabilidad como padres y principales educadores de nuestros hijos. No solo en el seno familiar, donde nadie puede hacer esa labor por nosotros, sino también en el medio escolar y en la sociedad en general ejerciendo nuestros derechos y responsabilidades a la hora de participar en la gestión de los centros educativos y a la hora de elegir a nuestros representantes en las instituciones.

Que cada cual se pregunte cuál es el ejemplo que está dando a sus hijos con su propio comportamiento con el alcohol y otras drogas, y qué actitudes y formas de pensar sobre estos temas está fomentando con sus palabras, y lo que es más importante, con sus silencios.


Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico
www.programavictoria.com

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