Cualquier
persona que permanezca atenta al problema de la adicción al alcohol puede darse
cuenta de que las personas que la padecen suelen tener antecedentes familiares
con el mismo problema.
Y es
que las cosas son así. Muchos estudios científicos han demostrado que hay un
cierto componente hereditario que explica por qué el alcoholismo se reproduce
con mucha frecuencia en miembros de la misma familia.
Aunque
no se ha encontrado una sencilla explicación genética, de lo que no cabe duda
es de que cada persona tiene en su propia naturaleza un determinado grado de
sensibilidad ante los efectos adictivos del alcohol, y también de otras drogas.
Esa
diferencia de sensibilidad hace que, al ponerse en contacto con la bebida, unos
sujetos desarrollen la adicción antes y otros más tarde. Siempre es una
cuestión de copas y de tiempo, es cierto, pero para algunas personas hacen
falta menos copas y menos tiempo que para otras.
Esta
diferente sensibilidad a los efectos adictivos del alcohol y de las drogas se
transmite por vía genética de padres a hijos, aunque no en todos los casos
individuales, pero se estima que cuando uno de los padres, o uno de los
abuelos, ha tenido problemas con el alcohol, el riesgo de padecerlos se
multiplica por cuatro.
Pero no
olvidemos que el alcohol solo genera adicción en las personas que lo consumen,
de modo que por muchos antecedentes familiares que uno tenga, si no bebe
alcohol, o lo hace siempre dentro de unos límites extremadamente moderados,
podrá mantenerse a salvo de la enfermedad adictiva.
También
es cierto que aunque uno no tenga ni rastro de familiares adictos, si se empeña
lo suficiente en beber o consumir drogas, acabará generándose la adicción.
Insisto, es cuestión de copas y de tiempo. Nadie está libre del riesgo de
convertirse un día en alcohólico o adicto a cualquier otra substancia. Solo la
abstinencia es la garantía de que tal cosa no llegará a suceder.
Bernardo
Ruiz Victoria
Psicólogo
Clínico
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