Me contaba hace años uno de mis pacientes, que
afortunadamente lleva ya más de quince años de sobriedad, el sufrimiento que
para él suponía cada mañana despertarse con las manos temblorosas.
En aquél tiempo su trabajo le obligaba a firmar
numerosos documentos a primera hora de la mañana, y muchos días era incapaz de
hacerlo porque su letra era ininteligible y sus manos no paraban de temblar.
¿Cuál era el remedio? Tomarse dos o tres copas y
poco a poco los temblores remitían y podía, por fin, firmar sus cheques y otros
papeles importantes.
Pero con eso comenzaba de nuevo el círculo
vicioso, se le despertaban de nuevo los deseos de beber, seguía bebiendo todo
el día, y a la mañana siguiente volvía a encontrarse igual, tembloroso,
ansioso, intranquilo y con un cuerpo fatal.
Estos síntomas aparecen en muchas personas que
abusan del alcohol y son un signo claro de adicción física. El sistema nervioso
se ha habituado a trabajar en contra de los efectos sedantes producidos por el
alcohol, y cuando por la noche, durante el sueño, se elimina una parte
importante del que circulaba por la sangre, el sujeto se siente más acelerado
de lo normal porque su cuerpo todavía está reaccionando como si el alcohol
siguiera frenando el normal funcionamiento del organismo, especialmente del
sistema nervioso.
Esto es lo que se llama síndrome de abstinencia,
y es un signo claro de dependencia física, que se reconfirma una vez más si
desaparece al consumir de nuevo alcohol.
La solución, dejar de beber del todo. Y para conseguirlo, si no
basta con la propia voluntad y determinación personal, lo mejor es pedir ayuda
profesional y seguir un programa terapéutico para aprender a vivir sin alcohol.
Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico
www.programavictoria.com
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