En estos días, con el cambio del año, hemos
recibido muchas llamadas de personas interesadas en tratar su adicción con
nosotros. No es sorprendente ya que es una época de buenos propósitos, que
muchas veces siguen a llamativos desastres que el alcohol ha producido en las
vidas de muchas personas durante las fiestas navideñas.
Pero suele pasar que tras una primera búsqueda
de ayuda, más o menos inducida por familiares, amigos, médicos o todos un poco,
el paciente se enfría.
Tal vez haya tenido un par de contactos
telefónicos, o incluso una o dos consultas en persona, pero la tormenta ha
pasado ya, tal vez ha dejado de beber por unos días y se siente mejor, o
simplemente han terminado las ocasiones sociales que provoca la Navidad y no ha
habido más borracheras descontroladas, con lo que parece que todo está ya
encarrilado.
Entonces empieza uno a convencerse a si mismo de
que el problema no es para tanto, de que si lleva ya unos días sin beber, puede
manternerse así un tiempo sin más esfuerzo y además ... ¿para qué ir a una
terapia que implica un esfuerzo personal, económico y de tiempo que hay que
dedicar?
De modo que uno vuelve a creerse más listo que
nadie, la mentira y el autoengaño hacen su efecto y la soberbia se apodera del
sujeto. Yo no tengo que ir a ningún lado, piensa, porque en realidad yo no soy
alcohólico, solo que me he pasado un poco bebiendo estos días, pero nada más.
Y aquí tenemos de nuevo los efectos de la
enfermedad adictiva llevando a muchas personas a demorar lo que antes o después
tendrán que hacer para solucionar su problema. Ponerse en tratamiento, aceptar
una ayuda terapéutica seria, profesional y eficaz, y enfrentarse en serio a su
adicción para superarla.
No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy. Y
si en algún momento has llegado al convencimiento de que tu problema con el
alcohol ha podido contigo, no te vuelvas a dejar engañar. Pide ayuda, sigue una
terapia y sal de una vez del laberinto de la adicción.
Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico
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