Un día me llama un
paciente para interesarse por el Programa Victoria. Quiere saber en qué
consiste la terapia, si es adecuada para él, qué garantías de éxito tiene, y
todo parece dejarle satisfecho.
Como siguiente paso
le planteo que me envíe un correo electrónico con sus datos personales y que me
llame de nuevo al día siguiente para ver cómo está y seguir avanzando en los
preparativos de la terapia.
Y ahí, muchas veces,
se pierde la pista.
Hay casos en los que,
pasados unos meses, o incluso unos años, el paciente vuelve a dar señales de
vida.
Me suele contar que
lo ha estado intentando por su cuenta, que no pensaba que su caso era tan grave
como para hacer un tratamiento así, que tenía miedo a lo que pudieran pensar de
él sus allegados si se enteraban de que iba a tratarse de su adicción. Y otras
justificaciones por el estilo.
Al final, si se
deciden a seguir adelante con el Programa Victoria, suelen comentar todos lo
mismo: "ojalá hubiera venido antes, si yo hubiera sabido que esto era así
y lo bien que me iba a sentir, me hubiera decidido la primera vez"
La indecisión, el
miedo al cambio, la creencia de que sin beber la vida no va a tener gracia ...
y cosas por el estilo no son otra cosa que síntomas de la propia enfermedad
adictiva, que llevan al paciente a engañarse a si mismo de una u otra manera y
postergar su puesta en tratamiento, y en definitiva retrasar su recuperación.
Bernardo Ruiz Victora
Psicólogo Clínico
www.programavictoria.com