Hace unos días llegó a mi consulta un caso de los que no hay muchos, lamentablemente.
Se trata de un joven varón de 35 años, con una profesión de mucha responsabilidad que ejerce con éxito, soltero, con una pareja con la que lleva unos meses de relación y en un estado de salud general bueno. Hace mucho deporte, se cuida, y lleva una vida que muchas personas envidiarían sanamente.
Pero también es cierto que desde los 15 años bebe alcohol con cierta frecuencia. Es un bebedor social, con los amigos, al salir de fiesta – una cosa normal – me dice.
Las alarmas han empezado a sonarle porque en sus dos o tres últimos episodios de bebida ha tenido problemas con su pareja debido a que al beber se desentendía de ella, dejaba de llamarle y de comportarse con ella como hace cuando está en perfecto estado.
Al analizar con él la situación reconoce que una vez que sobrepasa un cierto límite de unas tres o cuatro cervezas, que es lo que suele beber, algo cambia dentro de él y empieza a beber sin medida y acaba tomando mucho más de lo que le gustaría haber hecho. A la mañana siguiente se siente mal, física y moralmente, se levanta tarde y pasa el día entero con desgana.
Mientras no ha tenido novia, todo esto pasaba desapercibido ya que no era algo llamativo en su círculo de amistades, ni tampoco sus padres, con los que aún vive, pasaron de un leve reproche hacia su comportamiento, sobre todo por levantarse tarde y echar a perder el día festivo con una resaca de campeonato.
Ahora se ha dado cuenta de que su conducta tiene todos los ingredientes de la conducta adictiva y de que, si continúa bebiendo, el problema no hará más que empeorar.
Por el momento ha tomado la decisión de dejarlo, y lleva ya más de un mes de sobriedad y sintiéndose mucho mejor.
La reflexión que me hago es que hay mucha gente que, a pesar de presentar claros síntomas de adicción, incipientes eso si, en su vida, los ignoran y dejan que el proceso continúe avanzando hasta que las consecuencias se hacen lo suficientemente graves como para plantearse que hay que cambiar.
Ojalá mucha más gente se diera cuenta a tiempo y pidiera ayuda terapéutica antes de que la adicción llegue a destruir sus vidas de formas mucho más serias que en el caso que comentamos, y que en esta ocasión espero podamos evitar tales sufrimientos a nuestro paciente y a sus allegados.
Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico
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