Una de las características de la mentira que envuelve todo el proceso adictivo es que, en muchas ocasiones, las personas adictas tratan de engañar a los demás, y de engañarse a si mismas, manteniendo en público un comportamiento moderado en relación con la bebida.
Hay quién es totalmente abstemio en público. Esto se suele dar con más frecuencia en el caso de las mujeres, sobre todo las que se han criado en una sociedad que es mucho más crítica con la embriaguez femenina que con la masculina, pero también hay hombres que caen en la misma trampa.
Estas personas no beben nada en público, o lo hacen de una manera extremadamente moderada, haciendo creer a quienes no les conocen en profundidad, que son personas totalmente indiferentes al alcohol. En cambio, estas mismas personas, cuando están a solas, beben a escondidas buscando precisamente el efecto embriagador del alcohol para calmar su malestar interior.
Algunos lo hacen en su casa, cuando se quedan a solas, pero otros lo hacen yéndose lejos de su entorno social habitual. Acuden a establecimientos lejanos de su barrio o de su pueblo, entran en lugares donde nunca esperan encontrarse a nadie de sus círculos sociales habituales, y creen con eso que están evitando de la crítica social que suponen que tendrían si alguien los viera bebiendo en público tal y como lo hacen a escondidas.
Curiosamente, me encuentro con frecuencia pacientes que están más preocupados por el hecho de que alguien se entere de que están acudiendo a terapia para dejar su adicción que por el hecho de haber podido ser visto cuando sus comportamientos eran totalmente desajustados bajo la influencia del alcohol, o de otras drogas.
Este guardar las apariencias no es sino otra forma de manifestarse el autoengaño que siempre está presente en la persona adicta, y del que es imprescindible liberarse si se quiere salir de verdad de la adicción.
Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico