Hay leyes de
la naturaleza que no podemos cambiar, están ahí queramos o no, podemos
aceptarlas o ignorarlas, pero no podemos sustraernos a sus efectos.
Por ejemplo la
ley de la gravedad. Si yo sostengo un objeto en mi mano y lo suelto, el objeto
caerá irremediablemente hasta el suelo. Y si lo recojo de nuevo y lo vuelto a
soltar, volverá a caer. Una y otra vez, invariablemente. La ley de la gravedad
es la explicación. La atracción que la masa del planeta Tierra ejerce sobre el
objeto hace que caiga. No hay alternativa.
Si yo sujeto
el objeto con una cuerda desde el techo puedo evitar que caiga, pero en el
momento en que corte la cuerda volverá a caer. No podemos evitar el efecto de
la gravedad. Así es la vida.
Para un adicto
existe también una variante de la ley de la gravedad que es igual de cierta y
segura, aunque muchas veces queramos ignorarla o desconocerla.
Si una persona
adicta se mantiene abstinente, si no consume, es como cuando tenemos el objeto
atado al techo con la cuerda. No se caerá. Pero en el momento en que se vuelva
a repetir la conducta adictiva, si se vuelve a consumir, la adicción volverá a
actuar y a llevar al sujeto a reproducir los mismos comportamientos y a tener
los mismos problemas, si no peores.
Aunque pase
mucho tiempo uno sin consumir, no por ello desaparece la "ley de la
gravedad" del adicto. Es como el objeto que tenemos atado. Aunque esté
sujeto muchos años, el día que lo soltemos se caerá.
Cuesta mucho
aceptar esto, porque parece que nuestra tendencia a creernos capaces de
cualquier cosa nos lleva a ponernos en peligro de nuevo y a olvidar que la
adicción sigue ahí, en lo profundo del cerebro, y que se puede reactivar en
cualquier momento.
Es tarea de
los terapeutas enseñar a nuestros pacientes a comprender esto, interiorizarlo y
así, poder liberarse de la adicción y vivir sin beber, o sin otras drogas, con
toda naturalidad y alegría.
Bernardo Ruiz
Victoria
Psicólogo Clínico
www.programavictoria.com