Cuando yo empecé a trabajar en el campo del
alcoholismo y las adicciones, allá por 1984, el patrón más común de consumo de
alcohol entre nuestros pacientes era el de las personas que bebían de forma
continua, a diario, normalmente de forma social, aunque en ocasiones siguieran
en solitario.
En estos casos, el abuso de alcohol durante mucho
tiempo iba creando una adicción física y también psicológica porque los sujetos
no sabían, o no podían, sacar de su rutina diaria el consumo de alcohol.
En cambio, la embriaguez no era un efecto
buscado de forma prioritaria. Era algo a lo que se llegaba porque a fuerza de
beber mucho se termina con un cierto grado de embriaguez, pero estos pacientes
no buscaban per se el efecto del alcohol.
A veces incluso la tolerancia que iban
desarrollando hacía que los efectos de la embriaguez fueran menos evidentes,
produciendo en los pacientes el engañoso efecto de que, puesto que
"aguantaban" mucho alcohol, éste no les podía estar haciendo daño.
En cambio, con el paso de los años han ido
apareciendo otro tipo de bebedores, que son los que predominan en la acutalidad.
Son personas que beben buscando el efecto del
alcohol. Quieren cambiar su estado de ánimo o su estado mental mediante el uso
de sustancias adictivas. El alcohol, y otras drogas.
En estos casos la embriaguez es el objetivo, no
una consecuencia del abuso, sino un fin en si mismo.
Esta forma de consumo hace que la adicción
psicológica se desarrolle de una forma mucho más rápida y que los daños que
sufre el paciente, sobre todo en su sistema nervioso, sean mucho más intensos.
En lugar de exportar las pautas de consumo
moderado que tradicionalmente existían en nuestra cultura mediterránea, hemos
importado las formas de beber explosivas del norte de Europa. Hemos salido
perdiendo con el cambio.
Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico
www.programavictoria.com
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