Hace unos días me llamó una señora para
interesarse por nuestro programa terapéutico. Después de dos o tres
conversaciones telefónicas he tenido una primera consulta con ella y parece
decidida a ponerse en tratamiento y superar su adicción. Espero que lo consiga,
y pondré todo mi empeño para que así sea.
Su caso me ha llevado a reflexionar sobre el
consumo de alcohol en solitario. Ese beber clandestino, que era típico de las
mujeres hasta hace unos años, pero que ahora también se da en varones.
Se me antoja una situación harto triste sentirse
sola, y tratar de ahogar esa soledad con una botella tras otra. En este caso mi
paciente me confiesa beberse tres o cuatro litros de cerveza al día. No está
mal, pienso irónicamente. Porque menuda barbaridad para su cuerpo, para su
cerebro y para su mente, meterse esa cantidad de alcohol entre pecho y espalda.
Y lo peor de todo es que las penas flotan en el
alcohol. Y además crecen. Con lo que después de la anestesia emocional que
produce la embriaguez, aparecen de nuevo, con más fuerza que nunca, la soledad,
la apatía, la depresión, la culpa y el dolor que se pretendía calmar con la
botella es mayor de nuevo.
Y vuelta a empezar. Un día más de sufrimiento, y
la adicción aumentando y apoderándose cada vez más de la vida de esta persona.
Menos mal que tenemos un ángel de la guarda que
al que de vez en cuando hacemos caso y nos salva la vida en momentos críticos.
El debió ser quién le dió nuestro teléfono y nuestra web a esta nueva paciente,
y quién le ayudó a dar el primer paso para su recuperación.
Confío en ella, y espero y deseo que deje atrás
su pena y sufrimientos y pueda ser capaz de disfrutar de nuevo de la vida sin
alcohol.
Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico
www.programavictoria.com
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