jueves, 18 de junio de 2015

Tengo un amigo que bebe y estoy preocupado por él

Esta mañana he tenido mi sesión semanal del grupo BNI Ideas en el que me reúno con un grupo de empresarios y profesionales para compartir experiencias, aprender unos de otros, apoyarnos en nuestro trabajo y recomendar nuestros servicios a las personas que los puedan necesitar.

Uno de mis compañeros me ha planteado el caso de una persona que conoce y con la que se encuentra muchas mañanas. Lo ve con temblor en las manos, con olor a alcohol y con un aspecto físico deteriorado, y eso al comenzar el día. Está preocupado por él y no sabe cómo entrar en el tema para ayudarle.

Hay miles de casos así. Personas que ya presentan síntomas evidentes de tener una adicción grave -ya que eso es lo que indican los temblores matutinos y el olor a alcohol, por ejemplo- y en cambio no resulta fácil ofrecerles ayuda, consejo y orientación porque tienden a rechazar toda aproximación con un interminable conjunto de excusas.

Yo lo controlo, estoy pasando una mala racha, si las cosas me fueran mejor en la vida no tendría que beber, lo que yo necesito es un trabajo y lo dejo, etc.

Los adictos son expertos “cum laude” en el arte de inventarse excusas y justificaciones para seguir con su adicción, en lugar de asumir la responsabilidad de su propia situación y dar los pasos necesarios para superarla. Sobre todo un paso fundamental: ponerse en tratamiento.

¿Por qué cuesta tanto decidirse?

Aquí entra de nuevo en funcionamiento el mecanismo del autoengaño. El paciente adicto tarda mucho en aceptar que tiene un problema que se le escapa de las manos. Cuando lo acepta, lo hace solo de forma intermitente, es decir, que al cabo de un rato, o de un par de días, vuelve a cambiar de opinión y a pensar que realmente no tiene ningún problema que no pueda dominar.

Después viene la fase de soberbia. Yo no necesito ayuda. Solo me hace falta “fuerza de voluntad” y yo solo lo voy a conseguir. Y tal vez lo consiga unos días, con lo que se refuerza en su idea de que no es tan adicto como se había llegado a creer y, por lo tanto, puede volver a beber -eso si, con moderación- y vuelta a empezar.

De la moderación se pasa de nuevo al descontrol sin solución de continuidad y otra vez está el sujeto temblando por las mañanas y buscando tomarse dos o tres copas que le calmen ese malestar, sin tener en cuenta que así solo está empeorando su adicción y preparando el temblor del día siguiente.

Solo hay una solución: ponerse en tratamiento.

Llevo ya más de treinta años tratando personas con problemas de adicción al alcohol y a otras drogas y estoy convencido de que es muy complicado salir de ese laberinto sin participar en una terapia como la que desarrollamos en el Programa Victoria.

Hay que comprender las razones por la que uno bebe, hay que desactivar los mecanismos psicológicos del autoengaño y de la soberbia, hay que aprender a decir NO a la presión social que nos induce a todos a beber en ciertos momentos. Hay que aprender a manejar los estados emocionales que cada uno tiene asociados con su consumo, etc. Y todo eso solo se puede conseguir con garantías participando en un programa de terapia psicológica específico y bien estructurado.

Confío en que mi compañero de BNI Ideas sea capaz de encontrar el momento y la forma de dirigirse a su amigo y mostrarle el camino de salida, que empieza por pedir ayuda y comenzar su terapia. Aquí me tiene a la espera.

Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clinico

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