Uno de los problemas que nos
encontramos con más frecuencia los terapeutas en adicciones es el de
responder a la demanda de un familiar de un adicto que desea ayuda
para que su ser querido deje el alcohol, o las substancias que
consuma, y vuelva a una vida sana y equilibrada.
Suele ser mucho más fácil que los
familiares, e incluso los amigos o compañeros de trabajo, se den
cuenta de que la persona adicta está desarrollando un problema, que
ella misma. El autoengaño, que es un elemento esencial de la
enfermedad adictiva, se va gestando poco a poco y llega a ser tan
grande que incluso se suele transmitir a los que rodean al adicto.
Los familiares con frecuencia se
sienten culpables del comportamiento del otro y tratan de
modificarlo. Unas veces lo intentan evitando situaciones que ellos
creen que pueden inducir al adicto a beber. Otras veces tratan de
controlar su conducta con enfados, críticas, castigos, etc. En
algunas ocasiones hay quién se siente tentado de beber también a su
lado, en un vano intento de hacer así que beba menos.
Con todos esos comportamientos, lo que
normalmente sucede es que el problema empeora. Además la relación
personal también suele deteriorarse por las tensiones que todo esto
genera, y el familiar siente una mezcla de rabia, frustración,
culpabilidad, etc. que tampoco le ayuda a estar bien psicológica y
emocionalmente, con lo que tampoco es la mejor compañía para el
enfermo, que tiende al aislamiento o a la huída para encontrarse a
solas con su adicción, o en un entorno social en el que nadie le
reproche lo que hace.
Es difícil aceptar, para un familiar
que quiere sinceramente a su pariente adicto, que no puede hacer gran
cosa para ayudarle. Que su familiar necesita ayuda profesional
especializada. Y que animarle a seguir ese camino es casi lo único
positivo que se puede hacer.
Cuando una persona tiene una fractura
en una pierna, nadie dudamos de que necesita ir al médico y recibir
el tratamiento adecuado en un centro especializado. No pensamos que
es algo que podemos arreglar en casa, con una buena reprimenda o con
una sobredosis de cariño.
La adicción también es una
enfermedad. Es un proceso patológico por el cual el paciente va
perdiendo poco a poco su libertad. Y necesita de un tratamiento
adecuado, por parte de profesionales bien preparados, para conseguir
el éxito terapéutico, que siempre será provisional porque el
riesgo de recaídas nunca desaparece del todo.
Por eso la ayuda siempre debe ir
enfocada a empujar, animar e incluso presionar para que nuestro ser
querido se ponga en tratamiento. De lo contrario estaremos en cierto
modo contribuyendo a que su adicción progrese y que las cosas
empeoren.
Hablando de todo esto me permito
recomendar una película dieron recientemente en TVE. Se llama Cuando
el amor no es suficiente. "La historia de Lois Wilson"
Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico
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