Cuando uno tiene problemas de adicción no le faltan excusas y justificaciones, más o menos baratas, para beber.
Es que he tenido un problema con mi ex, me cuenta uno de mis pacientes. Se ha dado cuenta de que le he estado mintiendo mucho tiempo y se ha molestado conmigo. Lleva varios días sin hablarme. ¡Con lo bien que estábamos la semana pasada!Así que me he sentido muy mal, me he hundido y he vuelto a beber. Claro que la culpa también es de mi hermano, que también tiene problemas con el alcohol y fue él quién compró la bebida y la trajo a mi casa. ¿Qué le iba a hacer yo?
Visto así, parece que uno no tiene ninguna responsabilidad, ni tampoco ninguna alternativa. Uno es simplemente víctima de sus circunstancias, como una hoja que el viento lleva de un lado para otro.
El adicto se siente más cómodo con esa sensación de víctima. Yo no soy responsable de nada, qué podría yo hacer. Y así nos justificamos maravillosamente para seguir bebiendo y cometiendo los mismos errores, como si no fuéramos nosotros mismos lo que tomamos nuestras propias decisiones.
Decir que no siempre es una alternativa. No digo que sea fácil, ni siquiera que sea lo más fácil. En ocasiones es difícil y complicado sobreponerse a la tentación de dejarse llevar por la fugaz satisfacción inmediata de ese momento, que luego se transforma en culpabilidad, sufrimiento y lamentos. Por eso es mejor echarle la culpa a otro y no asumir que mis decisiones las tomo yo, y que en mi mano está cambiar.
Se acabaron las excusas. Hoy quiero seguir sin beber. Me siento mejor sin beber. Este es mi deseo y mi decisión. Y así sera.
Probemos a hacerlo de esta manera, y veremos como las cosas van mejor. Quizá tarden un poco más de lo que nos gustaría en mejorar, pero lo harán.
Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico