Participan en las sesiones de terapia porque para eso han venido, y no beben durante su estancia porque para seguir bebiendo no necesitaban venir, podían seguir haciéndolo en su casa. Esto se lo explicamos desde el minuto uno, y actuamos en consecuencia.
Durante los diez días de su terapia conviven con otras personas que están en el mismo hotel por distintos motivos, se acostumbran a beber agua en sus comidas cuando en la mesa de al lado puede haber otras personas tomando vino, cerveza o lo que quieran, y son atendidos por camareros que actúan con ellos de un modo exactamente igual a lo que se encontrarán cuando vuelvan a la vida cotidiana después de su terapia.
Esta parte del Programa Victoria es un entrenamiento práctico que facilita mucho la toma de conciencia de que es posible y es fácil disfrutar de la vida sin alcohol. Es lo que llamamos la “terapia informal”. Lejos de sesiones estructuradas, que también las hay, en un ambiente distendido y relajado como puede ser la comida o la cena, donde el terapeuta comparte mesa y conversación con los pacientes, éstos cambian profundamente de actitud y modifican su comportamiento de una forma sorprendentemente fácil.
No es necesario tener un sistema de vigilancia y control del comportamiento de los pacientes para evitar que beban a escondidas o se droguen. Cuantas más normas y controles se pretendan poner más se induce a los pacientes a intentar saltárselas.
Al tratarlos como adultos responsables tienen la sensación de que son ellos los que deciden cada uno de sus comportamientos, e interiorizan que tienen la capacidad de mantenerse sin beber en cualquier situación.
Esta es una de las características del Programa Victoria que rompe moldes y que sorprende a los que conocen otros métodos “tradicionales” de tratamiento. Tenemos algunas otras, pero las comentaré en otra ocasión.
Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico
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