En
estas últimas semanas he atendido a varios pacientes que han acudido
a nosotros agobiados y preocupados por su problema de adicción al
alcohol y por las graves consecuencias que estaba trayendo a sus
vidas su comportamiento adictivo, y me han hecho pensar sobre una
paradoja que se da con mucha frecuencia en estos casos.
Existe
una creencia generalizada de que superar una adicción es algo muy
difícil. Algo que supone un gran esfuerzo personal y que es un
camino jalonado de fracasos y recaídas.
También
existe la creencia de que vivir sin alcohol está lleno de
inconvenientes, ya que vivimos en una sociedad que nos ofrece bebidas
alcohólicas en todo tipo de eventos y situaciones sociales, y que
por eso, ser abstemio es una especie de automarginación social,
vamos que uno se convertiría en un bicho raro señalado por todo el
mundo si decide dejar de beber.
En
cambio, hay muchos casos en los que el cambio resulta
sorprendentemente fácil para el propio sujeto. Y esto es lo que he
observado en los dos pacientes que me han inspirado para escribir
esta entrada del blog.
Uno
de ellos es camarero, rodeado de alcohol por todas partes,
acostumbrado a beber con sus propios clientes, y de seguir después
del trabajo con los compañeros, lo cual le llevaba además a la
ludopatía, con graves consecuencias económicas para él y su
familia.
El
otro es un joven ejecutivo de una empresa familiar. También rodeado
de alcohol por todas partes, porque ya sabemos que, según cree mucha
gente, los negocios en España se cierran en los bares.
En
ambos casos estaban muy asustados pensando que iba a resultarles
extremadamente difícil decir que no a la presión social y seguir
haciendo su vida sin beber. Y en cambio, han conseguido dejarlo sin
esfuerzo, y empiezan a sentirse mucho mejor. Además empiezan a darse
cuenta de los beneficios de todo tipo que están recibiendo desde que
han dejado el alcohol.
Naturalmente,
están en el principio de su proceso terapéutico y aún van a
necesitar mucho apoyo y mucho tiempo para consolidar sus nuevas
actitudes y convertirlas en hábitos sólidos y estables. Pero lo que
hoy me mueve a la reflexión la observación de que muchas veces es
más fácil de lo que supuestamente cabría esperar dejar el alcohol
y empezar a vivir de nuevo. Y que no es necesario pasar por un
calvario de síntomas de abstinencia ni por situaciones de rechazo
social, sino todo lo contrario.
Por
supuesto que la terapia es fundamental, y que ninguno de estos
cambios se hubieran iniciado sin la ayuda terapéutica, que seguirá
siendo necesaria durante un tiempo, pero ahí queda la reflexión.
Dejar de beber puede ser mucho más fácil de lo que nos tememos, y
se puede empezar a disfrutar de la vida sin alcohol de un modo
inmediato.
Bernardo
Ruiz Victoria
Psicólogo
Clínico